comida, deporte, desarrollo personal, Food 4 Thought, la experiencia humana, Life Adventure, Self-improvement, vida, wellness

EP131: La nutrición arrastrada

Como secuela de un padecimiento que tuve hace un par de años, terminé registrando en 2022 lo que se conoce como «hígado graso». Siempre he sido muy obsesivo en lo que a salud se refiere y de volada investigué los orígenes y repercusiones de esta condición. Me sorprendí al enterarme que más de 40 millones de personas viven con hígado graso en México, cifra ocasionada como resultado de que 70% de la gente tenga sobrepeso u obesidad. Este problema viene por una alimentación abundante en grasa y azúcar, en mi caso, como propensión resultante de otro padecimiento hepático. ¿Cuáles pueden ser los efectos del hígado graso? Para empezar una fatiga elevada e inusual al hacer ejercicio, cansancio anticipado. Después viene el aumento de peso a ritmo acelerado. Es incierto cuánto tiempo haya entre este síntoma y la aparición de una cirrosis o incluso cáncer hepático. Esto último sacudió mi orgullo propio ya que a pesar de siempre haber sido muy deportista, tuve que generar de rebote toda una nueva motivación para sanarme.

Era de esperarse que la respuesta la encontraría en la cocina y el súper más que en el gimnasio y entendí que si uno cree que los hábitos alimenticios que tenía en los treintas van a ser iguales veinte años después, terminará con hígado graso y unos cuantos kilos de más. Traté de hacer las cosas de acuerdo a recomendaciones y videos y prácticamente viví de avena por diez días seguidos. Pero eso no parecía una buena solución a la larga. Llegó el momento en que tuve que aceptar que lo que necesitaba era orientación profesional, en este caso, de un nutriólogo.

Acudí a mi primera cita como perro con sus orejas gachas. En verdad me sentí desmoralizado en el punto de inicio. Me imagino que llegar a la primera cita con el nutriólogo ha de ser igual que con el psicólogo, con un sentimiento de derrota y que al menos una vez se ha mandado todo al cuerno. Los intentos fallidos deberían ser precursores de esperanza. En esa cita delineamos un plan de alimentación que debería seguir por los siguientes catorce días. No voy a mentir, la selección de comida era limitada. Un 80% de esa dieta era a base de aguacate, requesón, pollo, huevos, nueces, tostadas deshidratadas, nopales y espinacas. No necesito decir lo básico que me sentía. Los alimentos no exigían procesos más allá de freír un huevo o hervir una pechuga de pollo. Durante esas dos semanas sentía una mezcla de tristeza, estrés y coraje de injusticia divina. Se pasaron lentas, muy lentas. Llegué a mi segunda cita. No estoy seguro si pude disimular mi encabronamiento y mi miedo a la báscula. El resultado fue extremo, en esas dos semanas quemé 2% de grasa corporal y bajé mas de dos kilos. Continué mi régimen sin discusión.

Pasaron ya más de dos meses y el resultado ha sido increíble. Mi porcentaje de grasa corporal se disminuyó en cinco puntos porcentuales, mi masa muscular aumentó y el hígado graso es cosa del pasado. Sin embargo, he sentido que los sacrificios alimenticios se han orientado no sólo a crear nuevos hábitos, sino una consciencia filosófica también. Me falta poco para erradicar por completo el consumo de animales en mi dieta. Ha sido difícil adquirir noción de los nutrientes en cada cosa que ingiero y a entender que no porque algo diga «light», «diet» o «bajo en azúcar» en su empaque será por definición saludable. Que las porciones son esenciales en la buena nutrición y que la comida en general puede ser una medicina salvadora o un lento veneno.

Me pregunto qué tantos mexicanos con hígado graso estarán conscientes de que lo tienen. Cuántos se cansan al subir escaleras o caminar aprisa y que sólo lo toman como fatiga natural y no como síntoma de otra cosa más seria. Cuántos aún sabiéndose en obesidad optan por abogar afirmación y positivismo del cuerpo cuando lo que en realidad están defendiendo es un estado frágil de la salud. Nunca habíamos visto tantos recursos para una alimentación sana y a la vez, nunca habíamos visto tanto ahínco de empresas y restaurantes por tentarnos con basura en nuestros platos. Glutamato monosódico, grasas trans como la margarina, quesos hechos de plástico, harinas hechas con aserrín de huesos (usada en la actualidad para consumo humano ilícitamente), aceite de palma, alta fructuosa, etc. Salmones, truchas y tilapias de granja con altos detonantes cancerígenos, así como arsénico en alimento de engorda para pollos, y ni hablemos de todo lo que hay detrás de la industria porcícola y ganadera.

Por ende, la buena nutrición no sólo exigirá mucha educación del consumidor sino también presupuesto. Las tendencias actuales por los «super alimentos» (alimentos altamente nutritivos que reúnen ingredientes como grasas mono insaturadas y poliinsaturadas, vitaminas, aminoácidos esenciales y compuestos antioxidantes, que aportan al alimento una gran densidad nutricional), son también de muy alto valor en la cuenta. Ejemplos de estos alimentos son los arándanos, el aceite de coco, el ajo negro, la moringa, las bayas goji, los golden berries, la chia, la espirulina, la col rizada o kale, la quinoa, el açaí, la granada, el camote, la linaza, la cúrcuma, la miel de manuka, el mangostán, el cacao, entre otros. Ninguno de éstos es económico y para muchos es incierto el beneficio que les causa porque no lo ven de inmediato y ése ha sido el reto de la nutrición por generaciones: las panzas se llenan y los apetitos se sacian más rápido y a menor costo con carbohidratos, grasas y bebidas gasificadas. Los antojos de instante son irresistibles y también relativamente económicos. La preparación de comida saludable toma horas y la comida chatarra se ordena desde un sillón y llega hasta la puerta como si la hubiéramos pedido al genio de la lámpara de Aladino.

Supongo que cada persona puede ser capaz de elegir el camino, lo que me enerva es el porqué se facilita tanto el camino malo. Como sociedad nos hemos acostumbrado a acomodarnos a lo instantáneo y las empresas que logran a través de logística y acaparación de superficies y tráfico son las que consiguen penetrar los hogares y los consumos de la población aunque sea para su inadvertido perjuicio. En esta idea yace la diferencia entre alimentación y nutrición. Muchas empresas «alimentan» a México, pero muy pocas lo nutren. Recuerdo cómo años atrás se felicitaba mucho a quien sabía cocinar sabroso y ahora siguen felicitando pero a quien encuentra dónde cocinen sabroso, sin importar los ingredientes ni procesos de preparación. Los tiempos tan veloces de hoy nos obligan a que enfoquemos nuestra energía y tiempo en aquello que nos genere dinero y que cuando nos toque descansar, que ese tiempo no se emplee cocinando ni lavando vasijas, mucho menos investigando qué componentes nutricionales tiene la comida que consumimos.

En el pecado va la penitencia, dicen por ahí. Un buen hábito paga beneficios a futuro y la búsqueda del placer es para recibir beneficios al instante. Las generaciones actuales, las del Tik Tok, tienen muy claro una cosa: cada minuto cuenta; pero todos esos minutos de historias y reels son hechos para satisfacer los instantes de quienes los miran, y este público está tirado en una cama o un sofá cambiando de app cada que llega el hambre, esperando a que llegue la hamburguesa o la pizza durante todos esos minutos tan valiosos que se pasaron frente a una pantalla repleta de leyendas indicando que «el momento es ahora», que «no hay tiempo que perder» porque es «tiempo de actuar».

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s