Food 4 Thought, mexico

EP033 La nacionalidad débil

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Ya de regreso después de un viaje de dos semanas al viejo continente. Como siempre visitar Europa resulta revitalizante, no importa cuántos kilómetros haya uno caminado cada día, al final del viaje uno se va diciendo «¡listo para la otra!».

En esta ocasión el motivo principal del viaje fue asistir a la boda de mi prima Tanya, quien tiene nacionalidad mexicana por el lado materno, así como alemana por su papá. Después de mucha espera y resistencia finalmente decidió casarse con Chris, un londinense de árbol genealógico muy inglés a decir por su familia que conocí durante el evento.

En esta boda habrían invitados de muchos orígenes debido al viaje de vida que tanto él como ella han tenido. Chris, por ejemplo, vivió algunos años en Canadá y Tanya en México, Alemania, Francia y Bélgica, en ese orden cronológico. La boda se llevó a cabo en un lugar de ensueño llamado Landgraaf, en Holanda. Este pueblito se localiza en el punto en que convergen Holanda, Bélgica y Alemania y el evento fue en un hotel boutique llamado Wienselerhof. Así que de pronto yo veía gente de todos lados llegar y aunque hacía frío, al parecer los mexicanos éramos los únicos que lo sentíamos. Por más aclimatados al frío del ambiente, la gente que llegó temprano a la recepción era de lo más cálida y platicadora.

Se llegó la hora para que diera inicio la ceremonia y no se trataba necesariamente de una misa religiosa. Más bien fue una celebración del amor dirigida por una guía espiritual que en su speech nos convidó algunas ideas de lo que, de acuerdo a varias culturas, es el amor. Eso sí, los novios emitieron sus votos, se intercambiaron sus anillos, se dieron su beso y posteriormente, nos dieron una tarjetita donde venía la letra de «All you need is love» de los Beatles para que nos pusiéramos a cantarla acompañados de un cuarteto de cuerdas al tiempo que ellos abandonaban el salón.

Intrigante la logística para nosotros los mexicanos, enseguida de esto siguió la partida de pastel con brindis en otro salón distinto mientras que arreglaban últimos detalles del comedor donde servirían la cena. El pastel era de helado y tenían aparte tartas de muchos sabores para el que quisiera otra cosa. Todo fue muy, muy agradable y preciso. (Ok, precioso también)

Dentro de los invitados por parte de la familia de la novia se encontraba mi primo Stevan. El es norteamericano de nacimiento, su papá es hermano mayor de mi mamá por tanto él se apellida Gonzalez. Stevan se casó hace diez años con Alexis. Ella es vietnamita de origen y nacionalizada estadounidense. Stevan y Alexis tienen dos niños adorables que aparte de sus rasgos orientales se apellidan Gonzalez y sólo hablan inglés. Stevan y su familia son de mis personas favoritas y cada que veo a su hijo menor, Evan, simplemente tengo que dejar lo que sea que esté haciendo para platicar con él.

Mientras tanto, el día anterior a la boda, en una comida familiar fue que me tocó conocer a los sobrinos alemanes de Tanya. Uno de ellos hijo de su hermano Fabián y una bebita de semanas hija de Dorian, hermano menor de Tanya y gemelo de Sebastian, soltero aún. Todo esto me resultaba algo interesante y globalizado, pero había algo que inconscientemente me estaba dando qué pensar. No sabía bien hasta que llegó un momento en que durante la cena Tanya se acercó a la mesa donde estaba yo y se sentó un momento para platicar conmigo. Entonces fue que me llegó. Tanya y sus hermanos hablan alemán como lengua oficial de su país de ciudadanía, hablan español porque su mamá se los inculcó a como pudo, hablan inglés porque se los educaron formalmente en escuela y Tanya en particular habla también francés y flamenco. Ella y su novio van a vivir en Bruselas, así que el francés y el flamenco serán los idiomas de casa. Entonces al hablar con ella le pregunté cómo veía la trascendencia de la cultura mexicana en su familia. Su respuesta fue bastante objetiva y rápida, como si ya la supiera desde mucho antes. Ella me dijo que su «mexicaneidad» tenía tres niveles de fuerza: en lo familiar, lo cual jamás abandonaría; en lo individual, que trataría de aferrarse hacia el futuro lo más posible y finalmente, en lo conyugal/parental, lo cual inevitablemente se tendría que ir. Cuando tenga hijos, ellos serán belgas y hablarán como lengua materna francés y flamenco, por su padre, inglés y quizás alemán adquirido de la escuela. Sería muy difícil orientarlos a México y al español. La verdad, tiene toda la razón.

Entonces fue que pude visualizar al resto de mi familia en el extranjero y vi que esa era la constante. Luego empecé a acordarme de los amigos y amigas que tengo viviendo en otros países y pude ver cómo eventualmente la herencia mexicana se ha ido diluyendo ya que sus hijos rara vez visitan nuestro país y prefieren el estilo de vida del país más desarrollado, Estados Unidos o Canadá por lo general. Seguramente en la tercera generación ya ni el idioma será conservado, especialmente si la lengua nativa es el inglés. La nacionalidad débil es la que se diluye, la que se esfuma y es una pena que tengamos tanta riqueza cultural pero que sea la que se sacrifica ante la «globalización del amor», por así decirlo.

Entonces fue que le contesté a Tanya mi parecer. La invité a que recordara tres cosas fundamentales mexicanas para que al menos este legado lo pasara a sus futuros hijos:
1. Recuerda el amor incondicional que en México se le tiene a la madre y lleva esa cualidad como una medalla de honor en la formación de tu familia.
2. México tiene una riqueza culinaria sin igual, pero ella proviene del enorme respeto que nuestros ancestros tenían a la tierra, de donde todo brota, donde todo nace. Hay mexicanos que han olvidado por completo este concepto pero eso no significa que haya muerto. En todo el planeta necesitamos más personas alertas a esta noción de dependencia a la naturaleza y si nutres a tus hijos de este concepto, habrá perenne una esperanza de recuperación.
3. Las tradiciones más simples es donde los recuerdos se resguardan. Las culturas capitalistas más voraces nos venden que todos debemos estar buscando a como dé lugar momentos extraordinarios. Hacer caso a este marketing puede ser un error del que nos arrepintamos ya que son los momentos ordinarios los que más se quedan en la memoria y los que más se extrañan cuando la muerte de un ser querido sucede. Nuestro día de los muertos nos lo recuerda cada año cuando los altares están precisamente hechos a partir de los placeres y costumbres más ordinarias de aquellos a quienes veneramos.

Ella me escuchó muy atenta con lagrimita de Remi en el ojo. Nada me dará más gusto que verla un día en su papel de mamá.

Me regresé con mucho optimismo y mucha esperanza, ver a mi familia en un momento tan feliz me dejó con un gran reto: a ver cuánto tiempo me dura.

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