Food 4 Thought, mexico

EP024 Auto-destrucción

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Dados los eventos sucedidos esta trágica semana en Tlahuelilpan, Hidalgo no he hecho otra cosa más que dedicar pensamiento a tratar de entender la conducta humana. ¿Hasta dónde somos capaces de llegar para auto-destruirnos? Puede haber intención inconsciente, puede haber intención deliberada; pero la conducta auto-destructiva frecuentemente termina en un suceso mortal. Aunque militares constataban un firme presagio de tragedia y trataban de detener a personas que prácticamente se bañaban en gasolina con tal de robar el combustible; ellos seguían haciéndolo sin parar, invitando incluso a otros, niños incluidos, a unirse también. ¿Es la ignorancia un factor de auto-destrucción o es una fuente inadvertida de accidentes? Habiendo hoy por hoy y para todo mundo tanta información disponible, y quiero decir aquí que quien roba bidones de gasolina no es , por ende, alguien de bajos recursos; la gente elige no accesarla. La excusa no es pobreza y la causa no es excusa. Veo en México dos espectros de fuerte auto-destrucción. Veo a personas que creen vivir en carencia haciendo cosas con las que se dañan y vemos a personas que a plena vista lo tienen todo y de igual manera se entregan al auto-sabotaje.

Quisiera ahondar en el primer caso, en el que mexicanos utilizan la conducta auto-destructiva como mecanismo de defensa, haciendo parecer que los retos cotidianos rebasan su capacidad para cumplirlos; fallando deliberadamente en cada prueba de vida (laboral, social, académica, familiar) para de esta forma suprimir la responsabilidad y el estrés que les provocan. Las demandas que hacen los pobladores afectados de esta tragedia las hacen de forma violenta, envalentonada y escudándose en su «pobreza», en su «marginación». Esta actitud de los sobrevivientes y de los familiares afectados es también un escape auto-destructivo, ya que la insistencia en demostrar incompetencia y carencia les da una falsa creencia de que así serán liberados de que se les exijan respuestas sobre sus decisiones de vida. Esta incompetencia les da, a su propio criterio, un justificante de sus delitos al grado de defender su «derecho a robar». Mantener interminablemente esta imagen social de pobreza, de estancamiento para así recibir beneficios populistas del Gobierno y/o de los Partidos, o bien, para ser dispensados de responsabilidades y consecuencias de sus actos es, de hecho, ser auto-destructivo. Es buscar proactivamente el lado perdedor y esto, en definitiva, es uno de los hábitos más oscuros del ser humano.

Es un hecho que rezos y plegarias no sirven de mucho para las víctimas ni para México en general. Lo que sirve es una conciencia de parte de la población a alejarse de esta auto-destrucción. Pareciera que la gente se aleja deliberadamente de la educación, de la cultura, del conocimiento. ¿Desde cuándo el refinamiento y la buena educación dejaron de ser aspiracionales? Porque yo recuerdo cómo en los años setenta y ochenta la gente buscaba una educación superior, se le inculcaban a los niños valores más civiles y pues, aunque de pronto en los años recientes, se viralizó la existencia y detalle de las actividades delictivas y más aún, se glorificaron por los medios de entretenimiento; los padres dejaron de cuidar lo que les llegaba a sus hijos, se hizo virtualmente imposible monitorear los estímulos que les llegan y finalmente, la paternidad distante no les dio las herramientas para discernir lo que les ayuda de lo que los destruye.

Creo que estamos en un momento clave de renunciar a la auto-destrucción, de que nuestros jóvenes y niños elijan la violencia hacia los demás o hacia ellos mismos. Yo tengo ya 30 años de cumplir mis deberes civiles como mayor de edad y 26 de pagar impuestos por mi labor remunerada. En todos estos años, al tiempo que me voy haciendo viejo, también he sido testigo de cómo cada administración nuestros gobernantes llegan más corruptos y más voraces, que cada vez son más los que desean entrarle al juego político con la firme idea de tener esa oportunidad de delinquir y que ahora más que nunca quien progresa en este país no es el más capaz o el más talentoso sino el más astuto, el más conectado y el más dispuesto a venderse…. y venderse es auto-destrucción.

Nosotros vemos la suntuosidad y opulencia que muchos políticos y burócratas ostentan, si caemos en la trampa de envidiarlos inevitablemente buscaremos imitarlos. Pero nosotros no vemos lo que todos ellos hacen o han hecho para agarrar su dinerito. Esa parte queda reservada a puertas cerradas, donde son amenazados para hacer algo, donde los han golpeado para que entiendan la política, donde han cedido a sus esposas o hijas para conservar su puesto y estatus. Donde se da la orden para asesinarlos. Es aquí el punto final de mi post de hoy. La conducta auto-destructiva anida los siguientes hábitos, entre otros: suicidio social (alienarse de los demás, ostracismo), dañar a otras personas deliberadamente, la incompetencia forzada, el sacrificio innecesario, gasto excesivo de dinero, sabotaje de relaciones cercanas, el descuido físico y mental y finalmente, negación a salir de esta peligrosa espiral. De esta forma, puedo aseverar que sin duda, la persona que elige la corrupción y el delito, o sea, el atajo de vida, el «éxito» artificial, es porque se sabe incapaz de lograrlo por sus propios medios y no quiere superarse para ello porque aceptar ese reto le valdrá un boleto para su posible fracaso. El miedo al fracaso, la vulnerabilidad misma, es de lo que la vida se trata. Quien enfrenta sus miedos sabe que el éxito se oculta detrás de ellos; éstas son las personas que no viven para morir sino para evolucionar y de este tipo de personas es de lo que está hecha la esperanza viva de un país.

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