Este fin de semana se transmitió el último episodio de la primera temporada de «And Just Like That», lo que vendría siendo el después del después de «Sex and The City», serie icónica noventera que sirviera de guía sexual para muches.
Escribo «muches» para tratar de ser tan incluyente como la serie misma. Debo admitir que en contraste con su serie original en la que no me perdí un solo epi, ahora decidí omitir más de tres. La verdad es que destrozaron el buen recuerdo que tenía de la serie, se ve la holgazanería por parte de los escritores y sobre todo, el rendimiento total a la nueva cultura «woke» sin aplicarse en la forma en que la llevaron a cabo.

Después de que la serie terminó y conforme los años fueron pasando, los comentarios negativos respecto al fin que tuvieron los 4 personajes principales fueron escalando en inconformidad y revelación. Empezando por el hecho de que la premisa principal de arranque (¿pueden las mujeres tener sexo como los hombres?) terminó desintegrándose y vendiéndose a la misma construcción patriarcal del amor y del matrimonio y los hijos como meta final y natural de una mujer. Las 4 mujeres terminaron atrapando a su hombre ideal para poder restregarle a la sociedad su mensaje triunfal: sé que tengo mis fallas, es más, quizás no soy feliz, pero tengo marido y tú, ¿qué me cuentas?
Y así nomás se juntaron para después filmar dos películas y seguir ordeñando el concepto tan exitoso que edificaron con muchos años de peripecias y aventuras en New York. Había rumores de que en la vida real tan amigas, no eran. Samantha le había robado el reflector a Carrie; Kim Cattrall estaba al tanto de ello y quería una compensación acorde. Sarah Jessica Parker, también productora, se negó a que ninguna de sus co-protagonistas ganara tanto como ella por episodio y las rencillas comenzaron. Kim Cattrall inició dando muestras de su «aprecio» a sus compañeras ocupando mesas separadas en las ceremonias de premios; dando entrevistas con comentarios agresivos y negándose a participar en las películas. El personaje de Samantha empezó a tornarse más experimental en el sexo, lesbianismo incluido. Las otras chicas, en especial Charlotte, la juzgaban casi en cada episodio. Kim Cattral aguantó a pesar de ver cómo su trabajo en forjar genialmente a Samantha Jones se veía comprometido. Todo llegó a su culminación cuando en 2018 su hermano fallece y Sarah Jessica lanza un twitt de condolencias para ella y su familia. Una vengadora Kim lo respondió fuerte y tajante: «Tu no eres ni mi familia ni mi amiga. Deja de aprovecharte de nuestra tragedia para promover tu propia imagen de niña buena». Y con eso quedó claro que si sabían contar pues no contaran ya con ella. Algún día se llegaría el momento de hacer una continuación de la serie la cual fue re-bautizada con el nombre de «And Just Like That» . Y just like that, Samantha ya no era parte del elenco, al menos presencialmente porque al final resultó que sí lo estuvo virtualmente. Los escritores mantuvieron su personaje vivo pero lejano a través de interacciones via whatsapp. No se atrevieron a matar por completo a Samantha Jones y con ello la simpatía de los fans. Viene aquí un spoiler: A Mr. Big sí le dieron muerte inmediatamente en el primer episodio. Una simbología de que con él también moriría el viejo NYC de los machos caucásicos heteros cisgéneros binarios y aparte, millonarios. Era lo que ese personaje siempre representó. El poder, la opulencia y el lujo neoyorquino. El elusivo sueño americano personificado, disponible únicamente para este grupo patriarcal en el establecimiento de castas. Con este nuevo orden ahora el mundo, si creemos que «el mundo» es Nueva York, sería muy diferente. Ahora las nuevas generaciones emergen con distintas maneras de ver la vida, en donde la convicción hacia la conservación del planeta, el fin del consumismo y la inclusión social, afloran a la menor provocación en cada esquina.

Ahora «Just Like That» ajustaría todas las fallas de «Sex and The City» y por fin habrán personajes de color, con rastas, hispanos, asiáticos, no binarios, LGBTQ+, con sobrepeso, lo que sea. Ese crisol social/cultural que es la Gran Manzana se vería reflejado en esta nueva serie. Lamentablemente, ese intento falló de la peor manera. El personaje interpretado por Cynthia Nixon, Miranda, ahora es verdaderamente fastidioso en su afán por conectar con este nuevo mundo cometiendo error tras error como si hubiera permanecido en una cápsula de tiempo y apenas emergiera al mundo real de nueva cuenta. Tanto así que es ella a la que más exponen para interactuar con gente distinta a ella, forzándola así a insta-adaptarse y cambiar su chip a un total «WOKE» mode ASAP. En medio de este proceso nos presentan a este nuevo personaje, Che Diaz (al menos Che no corre la misma suerte de otros tantos cuyos arcos de desarrollo terminan inexplicablemente en el limbo haciéndonos cuestionar el porqué fueron introducidos en primer lugar). Los escritores pensaron que Che sería una brillante idea para la serie: mujer, no binaria, pansexual, hispana, comediante. Y fueron y se contrataron a Sara Ramírez, la doctora Torres de Grey’s Anatomy, para representarla. No necesito adentrarme mucho en cómo fue desarrollade, basta googlearle para conocer el resultado final. Tratando de palomear todas las cosas comprendidas en LGBTQ+ de un jalón y en una sola persona, terminó siendo el personaje más detestado que la serie (y debatiblemente, cualquier otra serie) haya visto la luz desde que la pandemia inició. No precisamente por ser antagonista, sino por estar tan alejade de la realidad sobre el concepto que se supone representa. Elle es intrusive, surge como depredador sexual, cargade de clichés y aparte me obliga a escribir todo con «e» al final.
Para agitar más las cosas, luego resulta que la hija de Charlotte ahora siente que quiere ser hombre y que le digan «Rock» en lugar de «Rose». Los papás acomodan por completo todas las chiflazones de la niña sin chistar; al igual que Miranda y Steve, su esposo, aceptan que su hijito, Brady, tenga sexo escandaloso con su novia en la recámara aún cuando ellos están presentes en la casa. Nada se logra de todo esto, los niños siguen siendo como son pero Miranda de alguna manera termina en la cocina de Carrie con la mano de Che esculcándole la vagina. A partir de ese breve y casual encuentro, Miranda decide dejar atrás tres cosas super importantes en su vida: su carrera profesional impecable, incluyendo el posgrado que estaba ya cursando; su matrimonio (Brady incluido) y sus amigas Carrie y Charlotte. Ah, también su pelo lleno de canas sin pintar, su dependencia al alcohol y su heterosexualidad. Todo esto para irse a seguir a Che a lo largo de su gira standup-era por Estados Unidos. Miranda, la independiente, no seguirá a un hombre, no señor… seguirá a un Che. ¡Miranda logró alcanzar el nirvana woke!

Mi momento de disgusto personal viene al descubrir la hipocresía prevaleciente en la serie ya que, para Samantha, el único personaje cuya actriz hubiera preferido que le mataran, la siguen mencionando y dándole vida y reflector a través de una pantalla de celular hasta el último minuto del último capítulo. Sin embargo, Willie Garson, el actor que representaba a Stanford, el amigo gay de Carrie, falleció en septiembre de cáncer pancreático y sólo alcanzó a grabar un par de episodios de la nueva serie. Pero para él no hubieron in memoriams ni consideraciones en el guión; para él sólo hubo un «se fue a un viaje por el mundo para pensar mejor las cosas» y no se volvió a mencionar una sola vez después.

Así que, sin decir más de la serie, me quedo con algunas dudas: ¿es la cultura «woke» el preámbulo o el epílogo de la de cancelación? ¿No estaremos exagerando al tratar de hacer todo tan incluyente comprometiendo así la calidad y la verosimilitud de las historias y de los personajes en series y películas? ¿Es esto una manipulación o es que genuinamente estamos avanzando como sociedad? Para muestra, sólo checa las nominaciones de los Oscares 2022 y estarás de acuerdo conmigo en que más de tres selecciones carecen de calidad tanto así como les sobra inclusividad.
Yo sólo espero y me conformo que en LATAM podamos cada vez más dejar atrás el estigma de clases y castas tan encajado en el tejido social. Puedo hablar por México y si hay algo que nos falta, es la igualdad de oportunidades, de trato y respeto a los grupos minoritarios; tanto a mujeres, como a miembros de comunidad LGBT y descendientes de etnias indígenas. Debe haber una manera de ser escuchados sin tener que vociferar y andar vandalizando las calles. Pero hasta que eso suceda, las minorías agotadas de pedir tolerancia y equidad irán valiéndose de todos sus recursos para un buen día ser tomados en cuenta, tener una voz y sentir que el país también es de ellos y no sólo ellos del país.
