Life Adventure, Sobrenatural, vida

EP082: El remedio a un mal hábito

Me puse a escribir una historia que al final me dio la pista para remediar malos hábitos 😉

Se las comparto….

«El remedio a un mal hábito»

La noche iba dando paso a una ligera brisa que por poco pasaba desapercibida por el bullicio que nos rodeaba.  Xochimilco era uno de día y otro muy distinto de noche. En este horario las trajineras llevaban una encomienda menos turística y más fiestera para todos los visitantes.  Nosotros en cambio, desentonábamos con los mariachis flotantes y los brindis cantores. Nosotros íbamos en busca de una leyenda.

Xochimilco de noche

Antes de apartarnos del barullo, Jeremías el trajinero me ofreció un cigarro, el cual le acepté.  Nos empezamos a alejar de las luces y de los ruidos, las carcajadas y los cantos empezaban a quedarse atrás dando pie al sonido del agua por el canal.  Quince minutos después las únicas luces que se percibían provenían de la luna y de las luciérnagas.  Poco a poco arribamos a una quietud casi amenazante. 

Di la señal para que Dante preparara el equipo y comenzara a registrar los sonidos, teníamos que detectar ondas sonoras incluso lejanas o a otras frecuencias quizás imperceptibles para el oído humano.  En ese punto la neblina que cubría la superficie del canal era tan densa que si hubiera habido una trajinera frente a la nuestra habríamos chocado.

Había llegado el momento de la verdad, la luna llena estaba en posición.  Era la noche propicia para escuchar los lamentos de La Llorona.  Sabíamos que era cercano a la isla donde había sido documentada su presencia con anterioridad.  Otros investigadores habían ya incursionado pero lo que escucharon había sido débil y lejano, sin embargo, el registro visual de energía había marcado afirmativamente una entidad en movimiento.

Nos fuimos quedando solos

Detuvimos la trajinera.  Abruptamente el clima templado cambió a un frío estremecedor y lleno de incertidumbre. Enseguida apareció un olor a humedad y óxido que fue poco a poco dominando nuestro alrededor.  Algo me decía que estábamos en medio de algo relevante.  Seguíamos registrando audio.  De pronto todos escuchamos el quejido de unos perros lo cual nos desconcertó ya que nos encontrábamos en un espació sin poblar, en un pequeño islote sin vida.  A pesar de todo, estos sonidos eran muy reales; como si alguien estuviera torturando a una jauría.  Encendimos un reflector para alumbrar ese espacio y a pesar de que estábamos viendo la ausencia de cualquier tipo de movimiento, los quejidos de dolor continuaban sin cesar. En ese instante el frío me llegó hasta la médula anticipando el sobresalto ante una posible aparición inesperada y repentina. 

Algo estaba presente en medio de la noche…

Para nuestra sorpresa los perros súbitamente callaron.  Pedí que apagaran el reflector.  La claridad del unísono sonido de los grillos era ensordecedor. Regresamos la cinta de la grabación y con audífonos me puse a escucharla y de pronto, casi llegando al minuto cuatro ahí salió… algo discordante con todo; algo que me situó en una realidad alternativa que no estaba en los planes.  No eran los alaridos de La Llorona, no había ningún mensaje hablado.  Lo único que pude escuchar entre los lamentos de perros fue el sollozo de una niña. Era una voz evidentemente de niña llorando desconsolada.  Le pasé a Dante los audífonos para que me confirmara si no me estaba auto-sugestionando.  El escuchó lo mismo, como por 30 segundos los llantos estaban ahí. Nos sentimos desolados en medio de la neblina acuática, de la oscuridad y del frío. Pero el hallazgo era tan contundente que a pesar de todo ese terror que hacía nuestro cuerpo temblar, tomamos la decisión de quedarnos a indagar más.  Jeremías, estoico como ninguno de nosotros, aceptó amablemente extender su tiempo de servicio así que continuamos nuestra misión.

Estuvimos una eterna y silenciosa hora más flotando en ese lúgubre lugar.  El permanente estado de susto y alerta me hizo sacar mi cantimplora que había llenado con tequila.  Dante aterrorizado de inmediato me pidió un trago; supongo que Jeremías prefirió mantenerse sobrio ante la inminente situación.  Cuando dieron casi las cuatro de la madrugada decidimos marcharnos.  No registramos más sonidos ni vimos a ningún ser vivo durante toda la expedición.  Esos perros y esa niña fueron las evidencias que nos llevamos y la tarea ahora sería investigar el sitio y su historia, seguro alguna conexión habría. 

Cuando regresamos un mes después para continuar con nuestra investigación, buscamos en el mismo lugar a Jeremías para que otra vez nos llevara pero no lo encontramos.  Entonces empezamos a preguntar a los demás trajineros que ahí se encontraban si lo habían visto.  En efecto, no lo habían visto porque el Jeremías que describimos al parecer tenía un año de haber fallecido ahogado en un canal una noche que se emborrachó en su trajinera.  Yo no sé si nuestra descripción era la misma de esa persona a la que se referían, lo único de lo que podía acordarme era en cómo me fumé el cigarro de un muerto.

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