Inicia el proceso de vacunación COVID-19 por literalmente todo el mundo. Estamos empezando a ver brotes de desconfianza, de aborazamiento, de desorganización. Personas a las que aún no les corresponde su turno de vacuna están haciendo lo posible para recibirla antes que los demás. No importa el costo. No importa el dilema moral. Ante la confusión que aparentemente reina no sólo en México sino en Estados Unidos por igual, corremos el riesgo del «a río revuelto, ganancia de pescadores.»
Aunado a esa ya grave confusión, muchos de nosotros estamos también en duda sobre el tipo de vacuna que recibiremos o si siquiera lo obtendremos de acuerdo al calendario publicado por el gobierno. Enseguida de eso, no sabemos si la vacuna será la de origen confiable. La deliberada desinformación que estamos recibiendo deja mucho que desear destapando preguntas reales al respecto: ¿Será legítima o será un placebo? Porque si algo nos queda claro es que en México todo se vale. Desde ocultar costos verdaderos de las cosas hasta dar agua con sal a niños con cáncer en lugar de sus quimios con tal de robar el presupuesto asignado. ¿Cómo saber si la vacuna no está caduca? ¿su logística de transporte fue controlada en temperatura para evitar su inutilización? En fin, llega un momento en el que como población no nos queda otra más que confiar, porque la alternativa es no aplicársela.
Me acordé de esta canción de Mecano de allá por 1985. No fue una de sus canciones más populares o conocidas, pero qué apropiada se me hizo para este momento. La tomé de inspiración y la transformé en un relato que de alguna manera me hace alusión a la situación. Se los comparto aquí bajo el nombre de:
«Una sola ocupación»
“¿Qué es esa luz? ¿Será un eclipse? ¿Es acaso un cometa?”- Las preguntas ocupaban el ruido de la gran vía citadina de cientos de peatones y conductores que se detenían para observar el iridiscente fenómeno frente a sus ojos.
La gente salía de los edificios así como de los comercios; ventanas y balcones se poblaban de gente incrédula pero anticipada a la vez. Al final de la avenida y con dirección al poniente se veía una deslumbrante luz la cual, dada la temprana hora del día, era completamente incongruente.
Llegó un punto en el que todo el tráfico se detuvo y la totalidad del tumulto contemplaba en asombro el enorme destello. Poco a poco pudieron observar cómo una figura comenzó a irse dibujando proveniente del punto ciego. Entre una bruma iluminada la figura tomó finalmente forma. Nadie podía creer lo que veía pero era tan real como innegable. Muchos pensaron que estaban siendo víctimas de una broma televisada por lo que se distraían girando su cabeza en búsqueda de cámaras ocultas. Al resto de la multitud le resultaba imposible la distracción. ¿Qué causaba esta visión? ¿Sería quizás un espejismo reflejo del concreto durante una soleada y calurosa mañana de verano?
Se mantuvo flotando ante todos por al menos veinte minutos. Los lentes de los celulares no registraban la imagen al grabar o fotografiar, sólo mostraban una pantalla blanca opacada por el exceso de luz. La multitud crecía cada minuto llenando el espacio urbano por doquier. Cuando parecía que no cabía ni un alfiler en toda la avenida, la figura en cautivador semblante comenzó a hablar con una voz fuerte y clara:
«Mi Señor me ha enviado, soy el ángel que guarda la puerta del Cielo. Me ha pedido bajar la espada y permitiros entrar. Andad por este camino hacia la luz. Os advierto la divina indicación: entrad de dos en dos con una sola ocupación y es llevar tranquila la respiración. Los jóvenes que se pongan detrás, los niños y viejos primero. Recordéis, entrad de dos en dos y llevad tranquila vuestra respiración.»
Habiendo dicho esto, el ángel calló y permaneció flotante por encima de todos. La gente callaba tratando de asimilar el mensaje recibido. Algunos paralizados por la incredulidad y la duda; otros más ansiosos por iniciar la marcha sin saber si serían los únicos que lo harían. El silencio en la vía prevaleció por unos momentos cuando de pronto un puñado de personas arrancaron en movimiento hacia la luz esquivando a todo coche y persona que se les ponía enfrente. Algunos incluso decidieron darse a correr por encima de los autos tratando de adelantarse.
Bastaron unos breves segundos para que la movilización general iniciara. Sin embargo, la multitud se transformó rápidamente en una turba hormigueante y desesperada. La efervescencia de la urgencia se tornó en una aplanadora de mil humanos. Personas iban cayendo al tratar de correr sin tropezar con los cuerpos tirados en la calle, los cuales pertenecían principalmente a ancianos y niños. Los que trataban de abrir las puertas de sus coches eran impedidos por la muchedumbre al tiempo que los techos eran aplastados y los cristales reventados por todos los que se desplazaban por encima. Gritos de horror acallaron todo silencio, la desesperación era total y quien no corría quedaría ineludiblemente atropellado.
Toda la ciudad tenía por una vez en la vida un sólo propósito en la mente y era cruzar. Nadie pensaba en otra cosa, lo importante era cruzar y cruzar primero. En ese entendimiento se encontraban sin importar lo que se dejara en el camino cuando repentinamente todo el cielo se cubrió de oscuridad. La gente de tajo se detuvo sin entender lo que sucedía. Voltearon todos de nuevo a ver al ángel y él se encontraba aún flotando por encima de todos, aún iluminado por un aura resplandeciente azul cobalto mirando hacia abajo a todos los terrestres.
El ángel tomó su espada, la levantó con ambos brazos sobre su cabeza y volteó a mirar hacia arriba. Su figura fue ascendiendo más y más hasta desaparecer entre la bruma de esa discrepante oscuridad. La desaparición del ángel fue simultánea a la del portal divino, el cual sólo dejó pasar los chiflidos del viento. La mirada atónita al cielo de la gente fue bruscamente interrumpida por el brillo del sol y al poniente, lo único que se visualizaba eran cuerpos tirados y automóviles averiados; evidencia de lo que fuera una mañana ajetreada en la ciudad.
