Es viernes por la noche. Son las 2:20 am también y yo estoy terminando en este momento una sesión online de Vinyasa Yoga. Tan pronto me di un duchazo tuve que tomar el ordenador y escribir al respecto. Debo confesar que ya me sentía mal por no haber escrito nada en casi veinte días pero este período tan raro me roba la musa al menor descuido. Cada día cuesta más asimilar las horas que se avecinan de reto a la creatividad. Amanece y el nuevo día trae varias rutinas ya incluidas: para muchos la jornada del home office que frecuentemente inicia y termina en pijamas; para otros, el administrar niños, sus clases y sus recreos; para otros simplemente idear cómo emplear el tiempo libre en casa. Ir al supermercado es ahora una fuente de estrés: la gente enmascarada en aggressive shopping mode, van veloces con los carritos tratando de salir de ahí lo antes posible. Ya tuve mi primer choque de pasillo con una mujer que seguramente se sintió liberada de la pena al recordar que traía tapada la cara.
Pero bueno, volviendo al yoga… mientras hacía las posiciones a la 1:00 am pensaba en porqué lo había decidido e igualmente al término de la sesión me vino una poca de lucidez para darme cuenta de que esa sesión de yoga era un signo de supervivencia. Esa clase fue una pista para mi mente de entender que se trata de un día menos y no de un día más. De que todos estamos en esto juntos y que el dolor que ahora nos empuja pronto ya no será lo que nos mueva; más bien será la añoranza de vernos nuevamente conviviendo lo que nos esté jalando, lo que nos esté llevando hacia una nueva realidad. La contingencia está inamoviblemente aquí entre nosotros pero, ¿cuántas veces antes hemos constatado que nuestro potencial supera el problema en cuestión? Entonces, estas creaciones de actividad, esta creatividad de energía empleada es lo que nos está dando una claridad en la noción de que esto, también va a pasar.
Este momento es el que nos ha traído comentarios día a día sobre el cuándo volveremos a la “normalidad”, sin embargo, en lo personal creo que debería ser la pausa que nos permita siquiera considerar por un momento que quizás eso que conocíamos como la “normalidad” no era tan lindo después de todo. ¿Qué cosas “normales” estaban ya llegando a puntos inaceptables de abuso, de ignominia e incluso de peligro?
Estas actividades a las que estamos recurriendo para emplear eternas horas de encierro son en la mayoría relacionadas con procesos o preparativos que piden tiempo en soledad. Ese es el mensaje oculto, creo yo, que esta cuarentena nos trata de comunicar. Tómate este tiempo para reflexionar sobre ti mismo primero y luego sobre el entorno. Nada como darse cuenta de que muchas cosas pueden ser diferentes y que la “normalidad” que percibíamos es, bajo este nuevo orden, insostenible.
Estoy entrenándome para nuevos cambios, dicen por ahí que hacer algo por treinta días seguidos origina un hábito. Estos días me han estado entrenando para ese cambio, para esta renovación de actitudes y de formas de hacer las cosas. No quiero bajar la guardia, nada más el hacer la vida más sencilla y darle más rumbo es recompensa suficiente para mí. Sigamos intentando, exploremos nuevas prácticas; ¿mi más nueva? Hablar a mis personas favoritas no importa en qué lugar se encuentren y la constante que he recibido es el gustazo mutuo de escucharnos y contarnos de viva voz las actualizaciones de vida. Así que sin duda el yoga de medianoche es la prueba de que puedo y quiero cambiar, de que quiero dotarme de cosas que agradeceré. No sabemos cuánto más prevalezca la pandemia y sus repercusiones, pero lo que sí sabemos es que el tiempo con nosotros mismos tendrá una mucha mayor duración; así que pues mejor ir acondicionando ese espacio hacia el gran futuro, ¿no crees?
El Eco Personal 