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EP057: Elegía

Leí el otro día cómo nosotros tenemos dos tipos de aptitudes: las curriculares y las de eulogía. Las primeras tienen que ver con todo lo académico y lo profesional; todo aquello que te lleva a destacar en una entrevista laboral, en un trabajo o en una aplicación para hacer un postgrado.  Las segundas son las que tienen que ver con todas esas cualidades que nos destacan y por la cuales seremos recordados incluso al final de nuestros días.  Casi siempre tienen que ver con valores como honor, dignidad, nobleza, lealtad, etc.  Poco a poco los tiempos nos han llevado a darle mucha más importancia a las aptitudes curriculares y esos valores que menciono empiezan a parecer vestigios propios de baby boomers y generacionales X.  Recuerdo muy bien cómo nos inculcaban desde niños esas virtudes que terminarían forjándonos un carácter, quizás más moral que pragmático.  Jamás imaginamos que un día conceptos tales como la salud, la familia, la amistad, la disciplina y la honradez serían suplantados por fama, poder, belleza, dinero y network.  Sin embargo, así se ha ido moviendo nuestra sociedad y a pocos les importa ser recordados por cómo fueron con los demás o con el medio ambiente sino más bien por cuánto dinero tenían o los seguidores que lograron coleccionar.

La semana pasada particularmente me sentí algo afectado por lo que sucedió con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.  Muy claras aparecieron las razones del favoritismo en el desenlace de su juicio de destitución.  Todos los senadores republicanos a excepción de uno votaron por su absolución.  Lo hicieron en un gesto presidencialista muy al estilo de aquel PRI que nos hiciera soportar a Echeverría, a López Portillo, a De La Madrid y a Salinas de Gortari.  Entiendo a los senadores republicanos, fueron motivados por dos factores: conveniencia y miedo.  Conveniencia de seguir en el Partido, de seguir en sus curules y contar con un sistema de apoyo rumbo a su reelección; en otras palabras, no votaron por Trump, votaron por sus carreras.  Mitt Romney representa el segundo factor personalizado. El único republicano en votar por sus convicciones (religiosas o populistas) o digamos, por su consciencia sin importar las consecuencias que de inmediato sus colegas le dejaron saber.  Fueron todas las hienas devorando a Scar.  Denostaciones verbales, twitts deplorables por parte del hijo mayor de Trump, críticas, expulsión del Partido y el jefe mayor llamándolo «horrible persona» en TV nacional.  Lo que a mi me altera de todo esto no tiene nada que ver con el estado tan dañado en que se encuentra la política del vecino país; lo que me deja inquieto es este mensaje tan agresivo y tan directo exhortando a la gente a volverse crueles, a tratar a los demás con desdén y condescendencia, de hacer lo que se nos plazca sin importar las consecuencias en otros.  Este mensaje es difundido por gente tan poderosa a la que vemos cómo la ausencia de frenos y límites les permite hacer literalmente lo que carajos quieran.

Los gringos están por empezar a vivir en carne propia lo que mexicanos tenemos desde hace décadas. Ellos son nuevos en esto y no saben lo que es el dolor y el estancamiento que trae la corrupción gubernamental extrema y sistemática.  Pero eso está cambiando y después de la semana pasada, todo parece indicar que no habrá vuelta atrás.  Los demócratas están viviendo una gran confusión respecto a sus candidatos, respecto a cómo manejar a Trump y a mi parecer, se están viendo muy mesurados para semejante rival.  Noviembre va a ser decisivo y si Trump es reelecto, los siguientes cuatro años no serán sólo cuatro, serán muchos más de esta corrupción que apenas se asoma y va iniciando su descaro; aunque creo que impune, ya lo es.

Sin embargo, este mensaje que buena parte del tejido social estadounidense está adoptando es corrosivo y todos aquéllos que usan esa fatídica gorra roja ni siquiera se preguntan qué dirán de Donald J. Trump cuando haya muerto. ¿Cómo lo recordarán? ¿Como un libertador? ¿Como un héroe? Creo que para muchos simplemente no será ni siquiera recordado.  Todos los esfuerzos que hace para tratar de recaudar dinero, para mantenerse «vigente», para exterminar enemigos y ayudar a sus aliados y cómplices; nada de eso trae valor para la población a la que está gobernando, nada de eso busca redención de carácter ni mucho menos elevar la calidad humana.

La semana pasada y en otros ámbitos también recibió su Oscar el actor Joaquín Phoenix.  El discurso de agradecimiento que ofreció fue un refrescante contraste a todo el odio diseminado un par de días antes por Trump en su «celebración» de absolución.  En él, Joaquín Phoenix transmitió que independientemente del ideal que cada quien tenga, en lo que debemos trabajar colectivamente es en erradicar la injusticia y ser lo suficientemente humanos como para tender la mano al otro y ayudarle, educarle para que crezca en un mejor porvenir y no sumirlo aún más en la oscura profundidad de sus errores pasados.  Así nada más con tan sólo haber decidido decir estas palabras y haber dado honor a su difunto hermano durante su propio momento de reconocimiento, Joaquín Phoenix seguramente será más recordado que Trump en el futuro sin necesidad de tanto dinero ni tanta ostentación.  Este es el carácter que forjan las aptitudes de eulogía, ésas que han caído en el olvido porque para conseguirlas se requiere andar un camino muy distinto al de posar para fotos y videos.  ¿Será justo decir que para poder alcanzar excelencia curricular antes debemos procurar las aptitudes de eulogía? ¿Nos permitiría la nueva sociedad destacar en el mundo aún actuando con humanismo y compasión?

joaquin y rooney

1 comentario en “EP057: Elegía”

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