Siempre he sido muy apegado al deporte, he hecho casi de todo: natación, pesas, escalar, spinning, bicicleta de montaña, squash, racquetball, jogging. Algo en común de todo esto es que son más deportes no basados en equipo y orientados al desempeño personal. Alguna vez intenté soccer y americano. No me gustaron mucho pues no lograba entender bien el concepto competitivo ahí entonces no me divertía mucho. De esta forma, continué en las disciplinas que más me nutrían por décadas. Sin embargo, conforme pasó el tiempo y mi cuerpo se fue haciendo menos resistente a la exigencia que le imponía, fue que empezaron a surgir las dolencias y los achaques. Tengo ahora 48 años y lo que veo es que en esta edad es más costoso construir nuevo músculo y como siempre me enfoqué en hacer mi cuerpo sin ayuda de ciclos o esteroides de ningún tipo, pues los entrenamientos son aún más demandantes en esfuerzo y en disciplina. Asimismo, cada vez cuesta más no sólo encontrar la energía y voluntad para entrenar sino también para alejarme de las lesiones. Ahora todo es con más cuidado porque no sólo es más fácil lesionarme, ahora las recuperaciones duran más, mucho más, que hace veinte años.
Pues bueno, resultó que no pude evitarlo y caí eventualmente en un par de lesiones. Una en cada brazo. De mi brazo derecho, desarrollé una tendinitis (conocida también como el famoso «tennis elbow») que me causa dolor hasta levantar una cafetera. Del brazo izquierdo una inflamación del túnel del carpo que me ocasiona unos calambres espantosos en la mano al jalar cualquier peso o al estirar mi brazo. Ambas lesiones han sido bastante insidiosas y hay días que parecería que ya pasaron pero luego al día siguiente regresa con más furia aún. Finalmente decidí tomar apoyo de fisioterapias para rehabilitarme y darle un enfoque más clínico a este asunto. Fue así que llegué a una centro de rehabilitación y me enrolé con un set de 20 sesiones de fisioterapias. Mi fisioterapeuta asignado se llama Mikey. Y es aquí que quiero compartir cuál ha sido mi experiencia de este viaje. Mientras que normalmente llegaba yo a mi gimnasio y no había un lugar en el que me sintiera más pleno que en esas instalaciones, de pronto estoy inhabilitado para levantar nada y sólo llego a hacer soft cardio. No he podido ni nadar que es lo que más me entristece. Ahora hasta siento debilidad o vulnerabilidad al pararme en el gym, siendo que mis lesiones no son del todo discapacitantes; es sólo que el dolor, que el saberme lesionado, me baja la guardia y el ánimo. Entonces, conforme fueron pasando mis terapias, fui conversando más con Mikey y observando a mis compañeros de horario que coincidían en tiempo y lugar en sus esfuerzos por reincorporarse. Resultó que Mikey, al igual que tres elementos más de la clínica, estaban en Monterrey temporalmente haciendo su servicio social y venían del Estado de Hidalgo. En estas horas de terapia pude entender porqué se nos llama «pacientes» al tiempo que llegó un punto en que pensé deberían llamar a los fisioterapeutas «pacientes» también.
En verdad me sentí de pronto afortunado de mi padecimiento a la vez que hasta exagerado ya que comparativamente a lo que fui testigo ahí, lo mío no es NADA. Pude ver a un hombre que después de un lamentable accidente automovilístico ahora tiene su cabeza deforme y lucha cada día por volver a caminar, por mover su brazo siquiera, por volver a hablar. Escuché a una señora con tal dolor que le llamaba a su fisioterapeuta «malvada» al hacer los ejercicios que le aplicaban. Con todo esto, lo que pude ver en Mikey y sus compañeras era un genuino interés y un humilde valor para atendernos a todos sin importar la gravedad o la dificultad, sin escuchar los reclamos, simplemente mantener su sonrisa y su afabilidad para lograr el propósito de vernos otra vez bien.
Qué admirable saber que en México somos así, que aún tenemos personas que buscan que sus trabajos se traten de los demás, que busquen restablecer. Siempre pensé que mi país estaba hecho de gente así y en estos días, cuando la fe en general se tambaleaba, me restablecí de optimismo para todo: para mi deporte, para mi vida, para el futuro profesional de Mikey, para mi México. ¡Vaya que fue una redefinición de la palabra rehabilitación para mi! Yo sólo espero ser tan afortunado de cruzarme con personas así en la vida, pero para ello supongo que el truco es caminar por las sendas donde se encuentran y quitarme de las que de seguro traen precisamente lo opuesto.
Mientras tanto, sigo en mi lucha por restablecimiento y regreso a la actividad. Espero sea más pronto que tarde pero ahora lo hago con dos ingredientes clave: paciencia y optimismo.
¡Gracias a Mikey por todas sus horas dedicadas a mi persona y que tenga un futuro profesional admirable y lleno de éxito!