El día de hoy, hace 10 años, inicié mi propio negocio como agente de seguros y consultor financiero; lo cual hice en un salto de fe, quizás el más importante que haya hecho en mi vida. Ser agente de seguros era algo que jamás imaginé para mi y para ser franco, pensaba que era una actividad de menor calibre, de menor valor. En verdad, después de diez años, sigo sorprendido y sorprendiéndome de esta industria; me ha significado retadora cada día y rica en experiencias y conocimientos como nada que haya hecho antes. Es remunerante en dinero y en calidad de vida y no creo que vaya a dejarla por el tiempo que me reste con potencial para ejercerla; haber encontrado este camino será algo por lo que me sentiré siempre agradecido.
Trabajé anteriormente en varias empresas a lo largo de 15 años y nunca conseguí siquiera 4 años de antigüedad en ninguna de ellas a pesar de que estaba más que preparado para desempeñar cualquier puesto al que había aplicado. Ahora veo claramente que no estaba siendo una experiencia satisfactoria el vivir trabajando para cumplir las metas y sueños de otros individuos, algunos de ellos ni siquiera apreciados o conocidos por mi. Sin embargo, creo que no todos somos iguales y nuestros corazones tienen un latir único, nuestros satisfactores varían y esa es la realidad. En mi labor de consultoría, muchas veces me he reunido con gente joven, en sus veintes muchos de ellos, que me dicen: «quiero retirarme de trabajar lo antes posible, a los 50 años y ya eso es tarde para mi.». Yo sólo me quedo pensando, ¿para qué?. En verdad creo que cuando una persona tiene esa inquietud lo que está dejando ver es que eso que hace para ganarse la vida, cualquier cosa que sea, independientemente de cuánto tiempo invirtió estudiando para desempeñarlo; no lo está haciendo feliz.
Cuánta gente hay que trabaja en algo que no lo llena, que le impide sentir plenitud en su vida. En México sobre todo, hay infinidad de individuos laborando en algo para lo cual no estudiaron. Porque pensamos frecuentemente que tenemos una dualidad como personas; que una parte de nosotros es la que labora, la que trabaja y otra es la personal. La realidad es que somos una sola persona y es posible que esa misma persona pueda ser feliz en varias áreas de vida a la vez. Cuando sentimos aversión o incluso odio en un área de vida, pues esto se expande, mancha las otras áreas en donde quizás estemos bien. Porque el odio es así, expansivo, penetrante. Podemos tener una vida familiar adorable, pero si en el trabajo nos están obstruyendo, fastidiando, estancando, no faltará mucho para que empecemos a verter nuestra frustración en nuestra pareja o nuestros padres o nuestros hijos. De una u otra manera, siempre sucede así.
Entonces, para alguien tan joven que me comparte su deseo de jubilarse cuanto antes, mi mejor consejo sería que repensara su actividad y que después de esa evaluación se da cuenta que no es satisfactoria, que la abandone, que la cambie. Cuando se es joven así es cuando estos cambios menos repercuten. Creo que hoy más que nunca estamos viendo cómo la longevidad de las personas se extiende a más allá de los 80 años. Dejar de trabajar desde los 50 o ya incluso los 60, parecería como retar el bienestar de el resto de nuestras vidas. Qué diferencia hay entre vivir aterrado por el futuro a vivir emocionado por él. Esa diferencia está en esas pequeñas decisiones que cada día tomamos, pero a veces, no nos damos cuenta que una pequeña decisión a simple vista puede ser la más grande de tu vida; desde dejar de fumar hasta iniciar una cuenta de ahorros o un hobby.