Soy un declarado deportista. Tengo 33 años practicando el deporte de una manera que ha ido desde lo amateur hasta lo competitivo. Natación, racquet ball, squash, pesas, bicicleta de montaña, spinning. Por esta razón, no puedo pensar en un momento de mi vida en la que haya prescindido de un gimnasio o club deportivo para comprometerme a mis entrenamientos.
Disfruto mucho el deporte, al día de hoy, a mis 48 años, lo sigo practicando porque ya me es más difícil parar. A veces no tengo nada de ganas de siquiera acercarme al gym pero invariablemente, al empezar a sentir las primeras brazadas de crol, todo se disipa y termino mi rutina de dos mil metros. No voy a mentir, la disciplina deportiva no es para todos; por eso siempre que en el ámbito laboral me ha tocado reclutar personal de ventas, uno de los atributos que más valoro es que el candidato haya tenido desempeño deportivo a nivel competitivo. No hay deportista que no se autoevalúe y que se quede conforme; y eso en ventas, cuenta mucho.
Para mí últimamente el deporte se ha tratado más que de competir, de averiguar. Averiguar lo que mi cuerpo es capaz de hacer. Hasta qué punto mi cuerpo será capaz de obedecer lo que mi mente le ordena. Esto no sucedía antes. ¿Será algo propio del envejecimiento? Pensar en nadar 200 metros combinados siempre es emocionante para mi, pero, ¿porqué ahora lo es aún más? Quizás porque uno duda que siquiera los termine y eso sería devastador, pero luego resulta que siempre los termino. Cuántas cosas en la vida son así, ¿verdad? Cuántas veces elegimos no hacer algo por temor, por ambicioso, y lo encajonamos en el «cosas para después». Escuché a alguien decir que la felicidad se oculta detrás de los miedos. Bueno, pues no sé si sea la felicidad, pero sí los anhelos. Lo que realmente deseas está más allá del temor. Así que la verdadera lección es que si realmente deseas algo, pues con miedo tendrás que hacer las cosas para obtenerlo. Quien desista de buscar lo que realmente anhela, se encontrará una vida de aceptación y de subordinación a lo que los demás le digan que merece.
Dejaré que eso me anime a ir ahora mismo al gimnasio, porque no pienso aceptar los estragos que lo que me gusta comer harán en mi cuerpo… y ya mero es hora de cenar.