Se despide el 2020. Una carta a mí mismo:
Así que después de todo, las malas rachas, los estruendos de logros transitorios, de todo lo dicho y hecho; finalmente llegaste. Ésta es la fecha que por años soñaste. De hecho, hace treinta años que deambulabas por el Campus preguntándote qué sería de ti el día de hoy. Hace treinta años que diseñaste tu meta de vida, en lo que deseabas convertirte. Hace treinta años desconocías la diferencia entre intención y ejecución, entre necesidad y deseo, entre tolerancia e injusticia. Hace treinta años te equivocaste en tus predicciones.
Te trazaste un plan para destacar, un plan íntimo y secreto. ¿Recuerdas cómo tu plan se saboteó una y otra vez? A pesar de bifurcarte, obstinadamente retornabas a él. En veces doloroso, dando tumbos que interrumpían tu evolución. Conociendo y desechando amigos y jefes te convertiste en tu mayor disruptor. Esta meta que tenías fue cambiando; tus motivantes de inicio, evaporándose. ¿Recuerdas cómo sostenías que el arrepentimiento no debería de existir dado que es una pérdida de tiempo? Y hoy, ¿de qué te arrepientes, Raúl? ¿De haberte concedido una y otra vez la tentación de salir corriendo hacia un camino brillante pero condenado? ¡Que Dios bendiga a quien duda de lo que sabe cierto!
La constante inseguridad de estar equivocado sólo desembocó en tu estúpida lucha por estar en lo correcto. Siempre peleando, siempre encabronado. ¿Crees tú que haya alguien que en efecto vea al arrepentimiento como una pérdida de tiempo? Eso estará por verse, pero lo que sé de cierto es que la ira lo es. Tu enganche favorito, tu recurso de cabecera: la ira. Tardaste un buen rato en discernir que detrás de esa rabia lo que en verdad había era tristeza. Mucho más en comprender que elegías la tristeza porque era más fácil de fabricar que la esperanza. ¡Menos mal que llegaste a tus cincuenta pues algún día te ibas a calmar!
Y te digo menos mal porque elegiste vivir, ¡para este momento resulta evidente que has decidido dirigirte hacia la vida! Has conocido personas que viven para morir, has visto a la muerte llegar para el que la desea. Has aprendido en cabeza ajena que uno es capaz de elegir la fecha de su deceso. ¿Porqué encuentras tan cautivante el pasado si sabes que ahí no hay misterios? Puedes hojearlo cuando quieras pero si no perdonas no habrá avance, sólo continuidad. ¡Cómo me gustaría que pudieras dar ese paso y dejar de pensar que lo sucedido pudiera ser diferente! Aunque hubiera sucedido ayer, ya no existe. El aprendizaje y el carácter parten de la dificultad y enfrentar la adversidad es lo que te hace libre. Ahí se encuentra el nuevo descubrimiento: la convicción de que las mejores cosas se disfrutan más en la compañía de alguien que no quiera únicamente estar sino que quiera SER.
Usa a la soledad como la herramienta que te dará el tiempo para pensar cómo vas a ayudar a los demás. Tu pasado no es más que un mapa de pistas para interpretar las señales de tus caminos futuros; por lo tanto, tu legado es desconocido aún. ¿Quiénes en última instancia se beneficiarán de las cosas que hayas brindado a lo largo de tu existir? Ahora que entiendes la claridad de un propósito, procúratelo; llévatelo a la acción en cuanto puedas ya que esa será tu voz hacia el porvenir. Aunque tu ya no estés aquí.
Hoy más que nunca estar vivo es determinación. Esta es la era donde todo es competitivo, incluso la vida social. Todos quieren convertirse en influencers y ser envidiados a partir de una fotografía. Todos quieren ser preferidos por innumerables extraños. Recuerda, Raúl, que convertirse en alguien famoso o popular no define si tú mereces existir. Sabes que mereces estar aquí al reconocer lo pequeño que eres en el mundo (especialmente el virtual) y lo valioso que puedes ser en el cosmos; donde habita la trascendencia. ¿Consistirá tu felicidad de eventos destellantes e inesperados o transformarás esa ira en una alegría permanente? Esta pregunta se empieza a contestar a partir de HOY; el instante en que volteas a tu alrededor y te das cuenta de que Dios es realidad.
Así que adelante, continúa sin cansancio tu camino a casa. Tus historias son tus piernas y tu corazón, un flamante escudo. ¡Felices Cincuenta!