Experiencias de vida, Sobrenatural, sociedad

EP044: Ouija board

He visto unas cuantas películas donde hacen uso de la ouija para desatar todo tipo de terrores en los personajes y por supuesto, en los espectadores.  Desde que era niño me llamaba la atención este artefacto (y las cosas de índole sobrenatural para este efecto) pero un buen día me topé con una ouija frente a frente. Era de una vecinita que juntó a otros dos amiguitos y nos dio una introducción a la conexión supernatural con el más allá.  Supongo que hasta risa da de solo imaginar a los cuatro huerquitos ahí sentados con el tablero ese en medio y concentrados en invocar algún espíritu perdido a que hablara con nosotros.  No necesito escribir que a pesar de nuestros esfuerzos nada de eso sucedió.  En ese momento al menos…

Yo le pedí a la vecina que me prestara su ouija para tenerla en casa.  No estaba satisfecho con el decepcionante resultado y quería ver si en verdad eso iba a funcionar o era una broma.  En aquel entonces yo tendría como trece años.  Así que me la llevé a casa, la escondí entre mi ropa y al día siguiente, cuando por fin estuve solo la saqué y empecé con el ritual.  Estaba yo con la tabla y con mis manos sobre el cursor preguntando al aire si había alguien aparte de mi en mi habitación.  Silencio. Nada.  Mientras que es cierto que estaba yo solo haciendo este experimento en la casa, también debo admitir que de pronto ya no sentí que estuviera del todo solo,  tanto que suspendí para ir hasta la cocina a ver si no había nadie, ya que seguro percibí que alguien estaba moviendo vasijas allá.  La casa de mis padres es una construcción de un piso en un terreno doble, así que cuando estaba niño yo sentía como si hubiera un kilómetro de distancia entre las recámaras y la cocina. A veces, mientras estábamos viendo la tele en la noche, a mi papá se le ocurría que quería que le trajera una naranja de la cocina y yo no podía negarme así que en medio de la oscuridad iba por ella pero claro que ya de regreso hasta le corría para evitar «encuentros» con algo o alguien, qué sé yo.

Pues bueno, el tema de la ouija ya no prosperó más porque yo no quise ya moverle. Fui con mi vecina y le regresé todo el kit al mero día siguiente.  El problema está en que después de esto, ese sentimiento, esa premonición de que cuando estaba yo solo en esa casa en realidad no lo estaba.  Y la casa se encargó de demostrármelo: una vez que mis papás habían salido a una cena, me quedé solo y estaba yo en su recámara viendo la tele mientras cenaba un cereal en la cama.  La puerta estaba a un lado de donde la tele y la única luz que se podía sentir en toda la casa era precisamente la de la televisión.  Estaba viendo el programa del Crucero del Amor o La isla de la Fantasía o una cosa así cuando de pronto vi dos luces aparecer; eran dos ojos viéndome fijo y como con curiosidad justo al filo de la puerta.  Como en el Exorcista, me enderecé súbitamente en gran susto para poder constatar qué era esa visión en realidad y en medio de la oscuridad vi que era un gato. Sí, parecía ser un gatito. Nada más que nosotros no teníamos mascota y estaba seguro de que la casa estaba completamente cerrada.  Brinqué de inmediato de la cama para acercarme al gato que no se movía y me veía, no podía ver mucho de su cuerpo, tan solo su cara pero sus ojos eran brillantes como luciérnagas.  Cuando el gato vio mi intención, se dio la vuelta y salió corriendo.  Yo estaba algo conmocionado, por no decir muerto de miedo, pero la misma adrenalina me obligó a perseguirlo.  Iba entre lento y rápido por cada habitación prendiendo focos a mi paso y preguntándome a la vez porqué diablos era tan grande esa casa.

El momento llegó en que todas y cada una de las luces de la casa estaban ya encendidas.  Yo estaba buscando frenéticamente por todos lados, abajo de sillones, de mesas, detrás de cortinas, quitando cojines de sofás.  No todos los cuartos contaban con puerta así que sólo una tercera parte de la casa pude cancelar a mi paso después de ser revisada.  La alacena, el librero, la estufa, el sofá de la sala, los baños, las regaderas. Nada.  Nunca salió ese gato.  Llegaron mis papás pero no quise decir nada porque entonces habría tenido que contarles de mi episodio con la ouija y por alguna razón yo sentía que eso que hice era algo que no recibirían muy bien.  Esa noche dormí con puerta cerrada y tapado con la sábana hasta la cabeza. Yo no sé si ese gato sería verdadero pero lo que sí sabía era que si en medio de la noche se hubiera subido a mi cama a mi me habrían tenido que internar en un psiquiátrico.

Nunca más volví a ver apariciones de ese gato, pero siempre sentí ciertas presencias en esa casa y posteriormente, al paso de los años, al salir de casa de mis padres, seguí de vez en cuando percibiendo cosas así.  En hoteles, en oficinas, en estacionamientos y una vez en un carro de renta.  Estoy seguro que llevaba un copiloto conmigo, simplemente lo podía sentir.  En sueños, frecuentemente se me presentan situaciones con gente ya fallecida que parecen tan reales que me resulta casi imposible despertar. Nunca han sido estas experiencias mal intencionadas, nunca he sentido amenaza o mala energía. Es más, la última vez que tuve algo así, estaba en presencia de dos amigas.  Estábamos en una oficina que compartíamos en una casa antigua.  Yo había comprado para mi oficina algunos juguetes de escritorio: puzzles, pelotitas y una marimba miniatura.  Una tarde, al finalizar el día, estábamos reunidos en la sala de juntas tomando un café y platicando del desempeño de la semana en general cuando de pronto, la puerta que comunicaba uno de los despachos a la sala se abrió sola.  Los tres nos quedamos como de «¡uy!» pero asumimos que probablemente se trataba de una corriente de aire por alguna ventana semi abierta o algo así.  Sin embargo, fue después de esto que seguíamos platicando cuando de repente, los tres lo escuchamos, sonó la marimba de mi oficina.  Eso fue lo que hizo que terminara el día y saliéramos de ahí cuanto antes.  ¿Qué pasó? ¿Qué fue eso? No lo sabré jamás pero recordé las palabras de alguien que una vez me dijo: «no hay espíritus buenos, solamente débiles».

Esa oficina quedó atrás hace unos años ya, pero bueno, me quedo con la inquietud… ¿habrá alguna conexión con esa sesión de ouija a pesar del montón de años transcurridos?  No lo sabré de inmediato, pero algo sí sé de cierto: no pienso volver a acercarme a un experimento de esos en el futuro.  Después de todo esto, me he preguntado si ese concepto del ángel de la guarda será tan benévolo como solemos idealizar….

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