«Moái» es como le llaman las esculturas gigantes en la polinésica Isla de Pascua o Rapa Nui. Hay alrededor de novecientas y tienen alturas entre los cuatro y diez metros. Estas esculturas fueron creadas con el propósito de conservar la energía de los difuntos, el maná, para proteger a la tribu y cuidar sus cultivos y animales. Es distinto al tema a tratar en esta entrada, pero demasiado cercano en nombre y significado.

Los «moai» japoneses, en cambio, son una manifestación social formada por grupos de apoyo entre los miembros de comunidades en la isla de Okinawa, una de las «zonas azules» en el mundo, aquéllas con altas concentraciones de habitantes centenarios. Moai significa «grupo de apoyo» en japonés y representan una tradición de muchísimos años en Okinawa. Son acerca de fomentar la amistad longeva, en muchos casos iniciando desde la infancia, que se refleja en un vínculo tan profundo que valida a sus integrantes con una armonía saludable y proveedora de vida, extendiéndola más allá del promedio.

¿Cómo funciona esta tradición? Consta de amistades primarias, sostenidas por años, que se identifican y permanecen unidas en un compromiso tácito de apoyo y pertenencia. La reciprocidad de estos grupos se extiende a muchos ámbitos de vida y se basa en una genuina intención de ver a los otros superarse y salir adelante. Si uno quiere aprender a nadar, los otros le enseñarán. Si alguien desea hacer un jardín de hortalizas en su casa, los demás se presentarán y entre todos lo van a construir. Para cuando la tercera edad llegue, los moai crean un fondo financiero conjunto del cual hacen uso para emergencias, un «hoy por tí, mañana por mí» sin final.
Se ha comprobado que esta reciprocidad disminuye en cierto grado la vulnerabilidad de la vejez (Dentro de los moai, personas de sesenta y tantos son todavía unos niños). Es un espacio compartido hecho de confianza, amistad verdadera, apoyo y sobre todo, pertenencia. Esto genera una joie de vivre difícil de adquirir en sociedades occidentales o incluso en áreas al norte de Japón. Aquí no hay espacio para juicios ni sentimientos de insuficiencia. Los chismes y las envidias son lo único cancelado dentro del grupo. Con el paso de los años, los sentimientos de inconformidad hacia la vida y los secretos terminan extintos. No hay vergüenza ni culpas, y si las hubiera, no deben durar más allá de un día; o se disculpa o se perdona.

Este tema es intrigante. Crea inevitables comparaciones y escenarios. ¿Cómo sería la vida si fuera parte de un moai? ¿En quiénes puedo pensar para conformar mi moai? y lo más confrontativo, ¿sería capaz de adaptarme a un moai y desprenderme, quizás desaprender, los malos hábitos o las trampas del ego? Nos cuesta tanto dejar atrás la competitividad, la capacidad de disfrutar la vida satisfechos con lo que tenemos y libres de poner atención a los bienes materiales de los demás. En un moai se encuentra la comuna para gozar de las cosas que traen bienestar, no lujo, y longevidad: sana alimentación, aprecio por la manera de ser de cada individuo y la energía que trae al grupo y en especial, la validación del ikigai de cada integrante.
Este concepto japonés es crucial para una vida si no larga, feliz; me encanta. ¿Qué es el ikigai? Es el punto de actividad que cada uno elige como su razón de ser. En él se conjugan los factores que nos invitan a encontrar nuestra pasión, una actividad que nos permita fluir en alegría además de hacernos sentir útiles al mundo. Es lo que nos libera de ver al futuro como una amenaza, sino más bien pensarlo con entusiasmo sabiendo que será mejor sin importar cuán difícil sea el presente. El ikigai se encuentra en el epicentro de estas cuatro preguntas: ¿qué actividad te gustaría hacer por el resto de tu vida? (Pasión), ¿qué es lo que el mundo necesita de mí? (Misión), ¿para qué cosa tengo una facilidad? (Vocación), ¿a través de qué actividad puedo ser remunerado? (Profesión).

En Okinawa, hombres y mujeres octa y nonagenarios tienen claro su ikigai. Algunos dan clases, otros fabrican instrumentos musicales artesanales, otros crecen plantas, o hacen caligrafía, etc. Lo importante es que cada día todos tienen algo qué hacer y cuando cae la tarde, ríen al compartir la cena o con juegos de mesa. Me hizo pensar en los pueblitos mexicanos de hace décadas… pero sin tantos secretos y habladurías entre la gente.
¿Sería muy tarde considerar una jubilación en comuna? ¿Cuándo sería el último momento para construirla? Un tip: en Okinawa la palabra «jubilación» no existe. Eso simplemente no es parte de la vida. Supongo que alejarse del escritorio, del sillón, de la TV, del celular es el primer paso para convertirse en una persona receptiva de la conexión humana. Así es, sería tan sólo el inicio de una larga vida. Ojalá los moai fueran más un recurso que un reto para los occidentales. ¿Es así de difícil tener un amigo «de toda la vida»? Pondré una nota de recordatorio en mi escritorio: «No olvides visitar Okinawa.»

https://thrivecoach12.com/2017/05/04/moai-monday/
