arte, cine, Cultura Pop, entretenimiento, Food 4 Thought, la experiencia humana, People, sociedad

EP150: Chisme de Óscar

Terminó la 96a edición de los premios Oscar de la Academia de Hollywood. En general los premios fueron acorde a las predicciones, quizás una que otra sorpresa, como el premio a Sonido en el que «La Zona de Interés» superó a «Oppenheimer» o a mejor actriz, en donde todos esperaban a Lily Gladstone en lugar de Emma Stone. (¡Qué golpe para la peli de Scorsese, que con 10 nominaciones no logró llevarse una sola!).

No recuerdo bien a qué edad empecé a sentir interés por estos premios, sin embargo, sí sé desde cuándo lo perdí. El show se tornó aburrido. De pronto echaba de menos a celebridades como Shirley MacLaine, agradeciendo casi en lágrimas, recibir su premio porque la ceremonia había durado tanto como su carrera; o a Bette Midler presentando un premio como si fuera un palomazo de standupera. Creo que mi problema con los Oscar se originó allá por 1999, cuando «Shakespeare enamorado», Gwyneth Paltrow y Judi Dench ganaron. No había nada bueno detrás de esos ganes, nos enteraríamos muchos años después. En esa ceremonia nos revelaron una campaña de marketing más poderosa que el talento de tantas personas. La historia se repetiría en 2005 con «Crash» y luego en 2013 con «Argo», filmes premiados con el máximo reconocimiento y con elenco multiestelar, donde todos ganaron por igual: actores, productores, agentes, estudios. Redondo. En retrospectiva, esas tres películas podrán haber sido ganadoras en la premiación, pero perdieron prestigio o carácter o ambos con el paso del tiempo.

Sin embargo, la academia rara vez rectifica o se disculpa. No fue sino hasta dos años después de la infame bofetada de Will Smith, que la Presidente de la Academia, Janet Yang, aceptó la deficiente reacción por parte de la Asociación. En el pasado hubo un antecedente de algo similar: En 1973 Marlon Brando ganó como mejor actor por «El Padrino» y envió a Sacheen Little Feather a recoger la estatuilla y de paso dar un discurso de protesta por el tratamiento tan injusto que recibían los nativos americanos por parte de Hollywood. Ella fue abucheada y las imágenes de John Wayne, furioso y resuelto a golpearla nunca salieron a la luz. Afortunadamente, los guardias del evento pudieron detenerlo antes de causar un escándalo. Si a Will Smith, en pleno 2022 lo dejaron continuar en su sitio toda la noche y todavía otorgarle el premio, sólo puedo imaginar todo lo que le hubieran permitido a Wayne en aquel entonces.

Sabemos que el número de apertura en los Oscares de 1989 fue tal fiasco, que Paul Newman, entre tantos, escribió una carta de queja. El acto involucraba a una Blanca Nieves incitante y provocadora, acompañada de Rob Lowe, quien a su vez trataba de aprovechar esta aparición para suavizar el escándalo sexual con dos menores que traía a cuestas. El asunto fue etiquetado de muy mal gusto y pasó a ser uno de los momentos más vergonzosos en la historia del Oscar. Hasta Disney los demandó por apropiarse de la imagen de Blanca Nieves, en fin, todo un verdadero #fail del cual no quieren ni acordarse.

¿Qué otras cosas no tan dignificantes le gustaría a la Academia desaparecer? Quisiera dejar de lado la infame bofetada de Will Smith, además de haberse comentado ad nauseam, hay un montón más de naranjas para sacarles jugo. No hace falta hablar de todo lo relacionado con Harvey Weinstein; su culto a la personalidad, que le permitieran acumular tal poder en la industria, la implicación de su club de favoritos (Quentin Tarantino, Jennifer Lawrence, entre otros impunes). Pronto se uniría a la misma polémica el galardonado Casey Affleck, con un buen de cola para pisar por el movimiento #metoo (lo dejaron conservar su Óscar, por cierto). Pasemos a un ridículo memorable como el de James Franco de anfitrión y vestido de Marilyn Monroe, completamente desconectado del libreto y Anne Hathaway sin saber dónde meterse o qué diablos decir.

Cuando la canción «Al otro lado del río» de Jorge Drexler de la película «Diarios de Motocicleta» fue nominada, no fue él quien la interpretó en el show. A pesar de ser el autor y cantante de la pieza, su nombre no era reconocido por el público americano y por ende, podría aburrir. «¡Traigan a alguien conocido, latino, pero conocido para este número!», habrá dicho un jefe directivo. «Mmmm, ¿qué tal a Antonio Banderas para que cante y a Santana para el acompañamiento?», le respondió un asistente. «Excelente idea… ¡háblales, que vengan!» Y Drexler quedó en automático relegado a las butacas. Bien para él que su canción haya al final ganado el premio, así pudo ir a recibirlo y usar un minuto de su speech de agradecimiento para cantar unos versos a capella. Una dulce venganza al establecimiento.

Vale la pena mencionar el caso de Elia Kazan. El polémico director realizó películas que no sólo ganaron varios Óscares, también permanecen como verdaderos clásicos del cine, como es el caso de «On the waterfront«, con Marlon Brando y «Gentleman’s Agreement». Ambas le ganaron mejor dirección, aunque debemos mencionar «Splendor in the grass«, «Viva Zapata!» y «Al este del paraíso» como parte de su legado. Tan relevante fue su contribución a la industria, que recibió en 1999 el Oscar Honorífico por su trayectoria. Tan sonado como su legado cinematográfico, fue su pasado delator. A nadie le agradan los traidores, y en 1952 esa fue la reputación que Kazan obtuvo al señalar como comunistas a sus antiguos colaboradores y amigos durante la cacería de brujas del senador McCarthy. Dada su asociación con estos nombres ya conocidos por el comité anticomunista, lo presionaron con una oferta difícil de rechazar: «o mandamos tu carrera al retrete o la de ellos, tú decides». Nombró en total a nueve, incluido Lee Strasberg. Pasó la vida justificando su decisión bajo el argumento de su amor por el sueño americano. «On the waterfront» es en realidad un vehículo autovalidante, sin remordimientos ni correcciones. Recibió su Oscar honorífico de manos de Robert DeNiro y Martin Scorsese. Aunque este premio es por lo regular acompañado de una emotiva ovación de pie por parte del público, para Kazan la situación fue rara y afectada. La mitad de los asistentes permanecieron sentados, por ejemplo, Steven Spielberg y su esposa, que aplaudían semirespetuosos desde sus asientos; u otros más condenatorios, como Amy Madigan, Nick Nolte y Ed Harris, que permanecieron sentados y sin aplaudir, con caras tan largas que no dejaban nada a la imaginación sobre sus opiniones políticas. Kazan agradeció la valentía de la Academia al elegirlo para este galardón. En medio de su discurso, buscó resguardo en Scorsese y DeNiro, llamándolos a su lado. De pronto dio la impresión que ellos se ocultaban por ahí. Al final lo abrazaron en solidaridad y se despidió con la frase «creo que simplemente me escabulliré». Este momento es polémico como ninguno, debo admitir que me conmueve por la desventaja de la época anticomunista y la salida forzada que lo hicieron tomar. Fue puesto entre la espada y la pared por el sistema y el hombre debió elegir entre integridad y carrera profesional… ¿algo similar a lo que muchas actrices pasaron con Weinstein? ¿Merecen reconocimientos quienes toman el camino del éxito sin importar los medios? ¿No es el éxito mismo la recompensa para este sacrificio moral? Aquí el clip de su premiación honorífica:

Elia Kazan recibe el Oscar honorífico presentado por Scorsese y DeNiro.

Hay teorías de que aquel error de 2017 en el que Warren Beatty y Faye Dunaway equivocaron el sobre con el ganador de mejor película fue, de hecho, provocado por Leonardo Dicaprio. Sí, después de presentar el premio a mejor actriz, se rumora que como represalia por tantos años de ser ignorado, dejó adrede el sobre en una mesa cercana a Beatty. La verdad, no creo que haya tanta mala leche en él, pero de que pudo dejar accidentalmente el sobre en una mesita, puede ser.

Me llama la atención cómo algunos ganadores han sufrido declives en sus carreras después del trofeo. Hay un historial de adicciones, tema ignorado por la industria quizás de forma deliberada. Mickey Roonie, Judy Garland, Shirley Temple, Bobby Driscoll, Tatum O’Neal, Philip Seymour Hoffman, todos batallaron con adicciones, algunos encontrando la muerte. El artista autollamado Plastic Jesus ha usurpado la imagen del Oscar con sus esculturas de la estatuilla inhalando cocaína o inyectándose heroína, las cuales coloca cerca del teatro Kodak los días del evento.

Otros que no tuvieron una mejor vida después del premio: Cuba Gooding Jr. (la demanda por asalto sexual que le tomó años quitarse de encima, quizás explica su mala selección de papeles buscando dólares antes que prestigio), Adrian Brody (el beso robado a Halle Berry y una actitud negativa tuvieron que ver en esto), Mira Sorvino (una verdadera víctima de Harvey en muchos niveles), Haing S. Ngor (camboyano ganador de actor de reparto en 1984 y asesinado en febrero de 1996). Hagamos espacio para los divorcios post-Oscar: Bette Davis, Jane Wyman, Kate Winslet, Hillary Swank, Halle Berry, Sandra Bullock, Casey Affleck, Reese Whitherspoon, Joan Crawford, Julie Andrews, Barbra Streisand, Jane Fonda, Liza Minelli, Faye Dunaway, Emma Thompson; tod@s divorciados en menos de dos años después del Oscar. Oficialmente le llaman «la maldición del Oscar».

Hablando de carácter oficial, quisiera incluir aquí la lista de celebridades desterradas de las premiaciones del Oscar. Estas personas no pueden ni pasear por la alfombra roja (algunos porque están en la cárcel, otros exiliados, pero bueno, si no estuvieran pues que ni se les ocurra je): Will Smith (al eunuco que tenía un death wish sobre su carrera se le cumplió), Harvey Weinstein (nada más qué decir), Adam Kimmel (un director/actor de 64 años que admitió violar a una niña de 15 años), Bill Cosby (qué les pasa a estos hombres, nomás un poquito de dinero y se desbocan), Carmine Caridi (permanentemente expulsado por andar pirateando las copias de cortesía de películas para votar), Richard Gere (por defender al Tíbet, lo cancelaron en 1993 por veinte años, penalty que concluyó anticipadamente en 2003), Roman Polanski (el laureado director que ya cumplió sus 90 años, abusó de una menor hace cincuenta, pero no fue banneado sino hasta 2018. Incluso recibió un premio de mejor director en el 2003 por «El Pianista». Auto exiliado en Francia desde hace décadas, al parecer no desea regresar).

El caso de Carmine Caridi resuena al pensar cuántas copias de películas se distribuyen entre los 10,500 miembros para que las consideren y voten por ellas. Este año, por ejemplo, recibieron en total 265 filmes entre cortometrajes, largometrajes, documentales, animadas, extranjeras. Yo me considero algo cinéfilo y en promedio veo cuando mucho la mitad de ese número en un año; con razón hay tanta labor de mercadotecnia de parte de los estudios para lograr que se interesen por alguna de sus contendientes. El caso de Andrea Riseborough en 2022 es buena muestra de cómo funcionó este paradigma. Esta actriz fue nominada por la película «To Leslie» en ese año. El director Michael Morris envió copias directamente a Jane Fonda y Gwyneth Paltrow, de alguna manera conocidas de él. Ellas se dirigieron a sus redes y elogiaron la actuación de Riseborough. Sus recomendaciones se hicieron virales resultando en la nominación más inesperada de la noche.

La estatuilla fue diseñada por Zedrick Gibbons y esculpida por George Stanley, ambos masones en su tiempo. Se dice que al verla, la actriz Margaret Kerrick, 94, exclamó: «¡se parece a mi hermano Oscar!» y esto le dio su nombre. Sin embargo, se dice que no es coincidencia que Socar Osiris, la deidad egipcia de la oscuridad y el inframundo, protectora de los muertos, comparta las letras de su nombre con el trofeo. En el año 2013, el logo fue cambiado y en la ceremonia del 2014 todo el recinto se decoró con imágenes de pirámides y lo que parecía la cabeza de Baphomet (!?). En el nuevo logo el Oscar aparece protegido dentro de una pirámide, el símbolo a través del cual los iluminatis se comunican. En su discurso de aceptación de su tercer Oscar, en el minuto 4:10 del video, el actor Daniel Day Lewis menciona tres personas en la cúspide de la pirámide formando un poderoso equipo: Steven Spielberg, Tony Kushner y Abraham Lincoln. Pueden ser teorías de conspiración, pero lo cierto es que esta ceremonia, la parafernalia y el dinero alrededor de ella, no sólo han perdurado, sino que no se les ve fin. ¡Dios salve al Óscar y que siga el show!

El logo actual de los Oscar (desde 2013)

3 comentarios en “EP150: Chisme de Óscar”

  1. Trivia: ¿A qué actriz le robaron su Oscar cuando lo dejó descuidado en una mesa durante la fiesta del Vanity Fair?
    ¿El Oscar de qué actriz desapareció misteriosamente y es el único que la Academia ha repuesto?

    Me gusta

Replica a elecopersonal Cancelar la respuesta