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EP149: Los talleres de escritura.

Antes de la pandemia usábamos aplicaciones como Skype para comunicarnos en video y no necesitábamos nada más. Muchos de nosotros ignorábamos la existencia del Zoom y si salió una cosa valiosa de ese periodo oscuro fueron las reuniones con múltiples usuarios en vivo. De hecho, las clases grupales y talleres de escritura fueron mi salvación al aislamiento y el hastío. En la ciudad donde vivo no había posibilidad de tomar cursos específicos en las artes, eran muy limitados y casi requisito ser estudiante de tiempo completo en la materia. Siempre había tenido la inquietud de escribir, en particular guiones cinematográficos. En 2006 yo vivía en Ciudad de México y este tipo de clases eran más comunes, todas en formato presencial. Tomé clases con Beatriz Novaro, coescritora de la entrañable película “Danzón” y colaboradora en la genial “La Ciénaga” de la directora argentina Lucrecia Martel. Las clases se impartían los sábados en una escuelita ubicada en Coyoacán, muy cerca de la Casa Azul de Frida Kahlo. Para mí la experiencia era mágica desde el traslado hasta la vuelta a mi depa. Interrumpí mi enseñanza en escritura de guiones debido a mi retorno a Monterrey. Fue hasta 2018 cuando, titubeante, comencé a escribir este blog. “¿Hasta cuándo dejaré de llamar a la escritura “mi hobby”?”, me preguntaba. He dejado de preguntármelo en semanas recientes dadas las peripecias que me he aventado.

En 2020 me enrolé en mi primer taller de escritura creativa y aprendí también a utilizar la app Zoom, dicho sea de paso. La experiencia fue refrescante y cancelaba el vacío solitario del encierro. Descubrí que se podía tener una interacción edificante y compartida con personas de varias ciudades con aspiraciones afines como autores. En ese espacio, nos leíamos nuestras historias cada semana y opinábamos no sólo del estilo literario, sino de los temas reflejados en ellas. De pronto, tomé consciencia de que mis historias eran por lo general difíciles, ásperas, generadoras de discusión y controversia; con finales tristes, abiertos o ambos. En menos de un año, mi voz literaria me fue revelada. 

El contexto de ese taller era el de proporcionar feedback positivo. No había hate, todo era bajo una luz afirmativa. Al principio fue agradable, pero escribir partiendo del precepto de sólo repetir lo que agrada, desestimando las áreas de oportunidad, no ayuda a elevar el nivel. Más tarde dejé esa clase y me inscribí en más de un taller a la semana: creación de personajes, encontrar ideas creativas, cómo estructurar una historia, escribir guiones de cine, escribir cuentos cortos, escritura de ensayo literario, etc. 

A cuatro años tallereando, ¿qué puedo decir al respecto? Existen dos tipos: los que te alientan a sostener el hobby y los que te empujan a que lo dejes. Estos últimos son los buenos.  Los que te alimentan buena retroalimentación, no sobre si están de acuerdo con las situaciones o ideas en las historias, sino acerca de la técnica y el estilo literario. Los que sacan de los  participantes opiniones profundas sobre los textos compartidos, claro, siempre bajo un ambiente cordial y respeto mutuo. Aquéllos en búsqueda de la autoexigencia por encontrar beats relevantes, quizás innovadores, en los temas humanos vividos ayer u hoy. Los que te llenan de humildad para aceptar que siempre hay espacio de mejora.

Me he topado con instructores sumergidos en ego, con compañeros intolerantes, con organizadores engañosos. En cuatro años la oferta de cursos se incrementó de manera importante al grado de ya no saber cuál elegir. Existen trampas en las que cobran una cantidad y las personas a cargo del curso carecen de técnicas didácticas o literarias. A este punto y dado que seleccionar el curso correcto resulta la mitad de las veces un albur, mi mejor consejo sería suprimir el miedo a abandonar un curso antes de la tercera sesión sólo por haberlo pagado. El dinero no regresará, cierto, pero tampoco el tiempo perdido. Es mejor dejarlo y sustituirlo lo antes posible con otro de organizadores o profesores conocidos que no confundan premios con logros. Lo más importante es aprovechar el tiempo y obtener conocimiento de calidad. Mucho del trabajo es autodidacta (Domestika no te acabes), no todo será revelado en estos espacios virtuales compartidos, pero de lo que uno busca y encuentra por su cuenta están hechos los escritos presentados. Lo que sigue es registrar el impacto en los lectores del taller. Ellos leen tu texto, tú los lees a ellos; sólo di siempre la verdad, no te autocensures.

Estoy ahora mismo desertando un taller al que le tenía mucha fe. Por muy lamentable la decepción, no me perdonaría soportarlo hasta la última sesión sólo por el hecho de que está pagado. Hagamos que el tiempo cuente. Sigo con mis proyectos, desprendiéndome del «hobby», como un gimnasio literario en el que con paciencia y esfuerzo, vienen cosas buenas llamadas «resultados».

2 comentarios en “EP149: Los talleres de escritura.”

  1. Felicidades!!
    Leyendo tu escrito me vino a la mente American Fiction (Prime Video)…….. por lo de «….. partiendo del precepto de sólo repetir lo que agrada, desestimando las áreas de oportunidad, no ayuda a elevar el nivel»

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    1. Me falta ver esa peli, este fin de semana lo haré. Gracias!! Me da mucha alegría haber entrado en contacto también con profesores alucinantes en su conocimiento y compartir espacio con autores brillantes llenos de optimismo en la búsqueda de su voz literaria.

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