¿Estarías dispuesto a arriesgar tu carrera por defender una causa? ¿Sacrificar todo lo que has ganado profesionalmente para convertirte en una voz activista en contra de la injusticia?
Con la muerte de la cantante Sinéad O’Connor me llegaron recuerdos del éxito casi accidental que ella experimentó en los ochenta y que después perdió en menos de cinco segundos al romper la fotografía del Papa Juan Pablo II y exclamar «combatan al verdadero enemigo» en una transmisión en vivo en octubre 3 de 1992.
Fue crucificada. Acababa de sacar su álbum Am I Not Your Girl? el mes anterior y el tumulto de acusaciones la lapidaban sin misericordia. Durante un concierto conmemorativo a Bob Dylan, ella fue abucheada por todo un estadio y sólo Kris Kristofferson acudió al escenario a confortarla ante el cruel ataque. Recuerdo que hasta Madonna hizo una parodia de ella en tono de burla ese mismo año. A pesar de ser uno de sus mejores discos, las ventas fueron catastróficamente bajas. La marca de discos la despidió, no obstante las ventas de más de siete millones de copias del disco anterior. Su carrera estaba arruinada. Su salud mental fue en declive y supongo que aún más al ver pasar menos de una década y constatar cómo el mundo entero abrió los ojos e hizo consciente el abuso infantil que sistemáticamente cometía la iglesia católica; en especial en Irlanda, país de origen de Sinéad. Miles de acusaciones y desenmascarados después, Benedicto II renunciaría al cargo máximo en el Vaticano, prueba tácita de la verdadera culpabilidad en la organización. A pesar de haber tenido la razón, nadie ofreció disculpas a la cantante. Lo perdido no le fue devuelto. En su propia felicidad, ella continuó viviendo exenta de indultos y firme en su convicción. El 26 de julio de 2023 falleció y múltiples personalidades se apresuraron a subir comentarios in memoriam en sus redes sociales. Morrisey, exvocalista del grupo The Smiths, condenó todos estos tributos de celular y aclaró en un tremendo post de su blog: «La elogian ahora UNICAMENTE porque ya es demasiado tarde. Nadie tuvo los pantalones para apoyarla cuando estaba viva y cuidando sus intereses.» Vale la pena leer el manifiesto de Morrisey completo, está lleno de verdades incómodas para los privilegiados.

Hice memoria del caso #metoo en referencia a Harvey Weinstein y cómo al principio tacharon de rijosas a las primeras denunciantes: Ashley Judd y Rose McGowan. Prácticamente sus carreras desaparecieron. Se me hizo interesante ver a actrices como Nicole Kidman y Gwyneth Paltrow que nunca dijeron nada (ambas con un Oscar por proyectos producidos por él). Incluso Salma Hayek, a quien Miramax (rebautizada The Weinstein Corporation) le produjo su película sueño «Frida», no mencionó los abusos de Weinstein hasta casi al final de las denuncias de otras actrices. ¿Por qué las omisiones o la espera? ¿Tendrá qué ver con autoprotección y control de daños? Ni los agentes ni las actrices quisieron pasar por el tipo de escrutinio y exposición negativa a las que McGowan y Judd fueron sometidas. Después del veredicto y la trascendencia de #metoo, hasta una película (She Said, 2022) hicieron sobre el triunfo de Ashley Judd y Rose McGowan y todas las que se atrevieron a dar ese paso no sólo por ellas mismas, sino por las/los demás.
Llama la atención las veces en que famosos han comprometido carrera y prestigio de años por una causa incómoda para su época. La controversia y la polarización los convirtió en personas «con salvedad», sin embargo, para muchos de ell@s, su activismo fue galvanizante en cuanto a su misión de vida. Así como Sinéad, en muchos de los casos el tiempo les daría la razón. Tristemente, el establecimiento no permitió a otros dejar atrás la insidiosa polémica por el resto de su trayectoria.
Ellen DeGeneres tenía a finales de los noventa su propio sitcom homónimo. Gozaba de un público aceptable que disminuyó al no ver con el paso de las temporadas un claro propósito del personaje principal. Ellen sabía que su personaje era gay (como ella en la realidad) y que debía salir del clóset, lo cual, la convertiría en el primer protagónico abiertamente gay en la historia de la TV americana. La cadena ABC no se sentía cómoda con la transmisión del «Episodio del cachorro», en el que haría la revelación de su verdadera sexualidad. Lo postergaron todo lo que pudieron y en abril de 1997 finalmente vio la luz del día. Fue el de mayor rating de la serie (a este punto el programa estaba en los sitios 40 de popularidad) y esto fue un hito no sólo para el show, sino para el movimiento LGBT. A la par, Ellen aceptaría abiertamente su homosexualidad en entrevista con Oprah y para una exclusiva de la revista Time. Esto era un momento sin precedente y era como recibir el beso de Judas de manera voluntaria. Su novia en ese entonces, Anne Heche, diría una gran verdad: Ellen pasó de comediante a activista y la vida para ella cambiará. Su vaticinio se cumplió. Su show fue cancelado al año siguiente ante los bajos ratings y nadie quería contratarla. Era la papa caliente. Regresó al stand-up. Admiro lo valiente que fue, ya que no sólo aguantó la presión a la que fue sujeta por su sexualidad, sino también tomó la difícil tarea de conducir los Emmy (enfrentar a la hipocresía de la industria que la había cancelado) justo después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Su show de entrevistas por el que se hizo una de las mujeres más ricas de la industria comenzó el último cuatrimestre de 2003. El tiempo le dio la razón e independientemente de las controversias por las que su programa fue cancelado en 2022, Ellen DeGeneres es un ejemplo de ave fénix que no se rindió y cambió la industria de la televisión para muchos.

Nina Simone dejó un legado musical de colección. Su música ha inspirado a muchos artistas contemporáneos como Lauryn Hill, John Legend, Mary J. Blige, Alicia Keys y Usher, por nombrar algunos. Hasta Michael Bublé ha hecho cover de «Feeling Good», uno de sus más emblemáticos hits. En septiembre 15 de 1963, un ataque de bomba por supremacistas blancos en Birmingham, Alabama causó la muerte de cuatro niñas negras que asistían a catecismo. Nina Simone sintió una gran furia y gracias a la persuasión de su esposo se abstuvo de conseguir un arma para ajustar cuentas con quien fuera. El la convenció de vertir su ira en la música. Ese mismo día, en cuestión de una hora, Simone compuso la canción “Mississippi Goddamn«, un himno de protesta de los más conocidos de su repertorio (y muy vigente para nuestros días). La canción atacaba la lentitud con la que avanzaba la justicia social, tocando fuertemente el tema de siglos de opresión hacia la raza negra en Estados Unidos. Ella incluso revisitaría y modificaría la letra de esta pieza, incorporando incidentes posteriores relacionados con la injusticia racial en el país. La reacción a la canción fue dividida. El público blanco que antes compraba boletos para sus conciertos ahora se incomodaba ante la nueva narrativa de sus canciones. Al igual que Sinéad, Nina no buscaba ser una estrella pop de múltiples éxitos en el top ten y los directivos de las disqueras se aseguraron de que así fuera. Su inspiración activista la transformó, desde su apariencia que abrazaba la cultura africana, hasta su participación directa con la causa. Admiraba a Malcolm X y conoció a Martin Luther King Jr. Discrepaba con este último sobre su aproximamiento pacifista, sin embargo su admiración por él nunca disminuyó y su asesinato en 1968 le afectó profundamente. Nunca dejaron de tildarla de «difícil» y «agitadora». Muchas estaciones de radio excluyeron indefinidamente sus canciones de su programación. La salud mental de Nina Simone se deterioró (se especula que sufría de personalidad bipolar, no diagnosticable en aquel entonces), no obstante, tuvo la lucidez para contestar a un reportero: «Es mi opinión que, el deber de un artista es retratar los tiempos. Eso para mí es mi deber. Y este momento crucial de nuestras vidas, en el que todo es tan desesperado, en el que cada día se trata de sobrevivir, resulta inevitable involucrarse.» Simone murió en el 2003 y la causa por la cual luchaba no se resolvió y la sobrevivió cobrando más urgencia en tiempos modernos con movimientos como Black Lives Matter. Hoy día, mucha población negra de Estados Unidos alega que un día de éstos podrían cansarse de las injusticias de un sistema penal y social arreglado y dejar de buscar la igualdad para cambiarla por venganza. Simone fue una mujer negra en una época donde lo que se esperaba de ellas era cantar, bailar, limpiar y trabajar, no ser activistas de derechos humanos.


La renuencia del boxeador más respetado de todos los tiempos, Cassius Clay alias Mohammad Ali a enlistarse a Vietnam fue su pelea más polémica, una que terminó perdiendo. En 1967, al ser llamado a filas, se rehusó a combatir en la guerra de Vietnam por razones religiosas. La respuesta del Estado fue severa: se le retiró el título, la prensa oficialista le atacó duramente, tachándole de cobarde, y la justicia lo condenó a cinco años de prisión. Una vez cumplida la condena y en un afán por dejar atrás su desventura, volvió al ring y recuperó su título al vencer en 1974 a George Foreman, en un combate que se celebró en el desaparecido país de Zaire, organizado como vehículo de propaganda política por el presidente Mobutu Sese Seko para reafirmar su régimen. Finalmente, la derrota de EUA en Vietnam y el repudio generalizado a esa guerra le dieron la razón y fue llamado un pacifista de su generación, pero no sin antes pagar muy caro su activismo.


MTV salió al aire el 1 de agosto de 1981 y Mark Goodman fue el primer VJ que apareció en pantalla definiendo al canal como el agente que cambiaría la manera en que el público percibiría la música. Sin embargo, en 1983, Goodman condujo una entrevista con el cantante David Bowie, uno de los prinicipales protagonistas de videos en MTV, así como un ídolo de gran influencia en la industria de la música. En esta entrevista Bowie arriesgó todo al cambiar los papeles y ser él quien hiciera las preguntas. «¿Por qué la falta de videos de artistas negros en MTV?», Bowie preguntó, colocando a Goodman en una difícil situación donde debía satisfacer la genuina demanda del cantante y quedar bien con su empleador al mismo tiempo. Trató de defender el punto con argumentos como «nos enfocamos a la música rock» y «no hay muchos artistas negros que produzcan videos». Bowie no iba a aceptar esas respuestas. «No digas ‘No soy yo, son ellos’. ¿No debería ser una convicción del canal y de las estaciones de radio el ser justos y hacer los medios más integrados?». Uno de sus álbumes más icónicos con videos de increíble vanguardia para su época, «Let’s Dance», salió ese año y fue producido por Nile Rodgers, músico y productor de color con extrema influencia en Bowie. Rodgers produciría un año después el disco breakthrough de Madonna, «Like a Virgin». La verdad era que la industria estaba regulada por blancos y las disqueras no asignaban recursos para producir videos promocionales a su catálogo de color. Cuando en MTV constataron que incluso en el género R&B lo que tenían eran grupos blancos como ABC o Spandau Ballet, aceptaron que algo tenía que cambiar. Este diálogo convirtió a David Bowie en un activista a favor de la igualdad de los artistas negros y el riesgo que tomó fue alto ya que pudo haber sido vetado de MTV y de estaciones de radio en el sur y medio oeste de los Estados Unidos. Afortunadamente, su peso como artista lo protegió de estas medidas extremas.

Casos más recientes como el de las Dixie Chicks criticando en concierto al entonces Presidente George W. Bush y la guerra en Irak o Colin Kaepernick, el mariscal de campo de fúbol americano que se echó encima al Presidente Donald Trump y su Vicepresidente Mike Pence por arrodillarse en los partidos profesionales durante el himno nacional como protesta a las injusticias contra la gente negra. A Dixie Chicks las amenazaban de muerte cada día, les mostraron su repudio a través de ventas bajas y tuvieron eventualmente que cambiar el nombre de su banda a sólo «The Chicks». Kaepernick fue despedido de la NFL desde enero de 2017 y ahora es un activista que se dedica a dar pláticas y es agente libre de nuevos atletas.


Esa vocecita interior de la que hablo con frecuencia, en algunas personas escala a alaridos implacables que inhiben cautelas y sumisiones. Los nuevos caudillos revolucionarios no montan a caballo, ni portan carrucheras. En la actualidad, el riesgo de morir por una causa sigue más vigente que nunca, pero también el de ver su vida arrebatada por una sociedad prejuiciosa y cruel. Las redes sociales pueden encargarse de aniquilar a un individuo de un día para otro. El instante en que la etiqueta de activista toma preponderancia, es cuando se elige conscientemente tomar estos riesgos. Ante la pregunta sobre el valor de hacerlo, aquéllos con una clara visión de sí mismos responderán afirmativos una y otra vez. ¿Será más fácil perder el sueño por ignorar una vocación de protesta y/o defensa de los desprotegidos? ¿O será más gratificante el orgullo de haber tomado al toro por lo cuernos y luchado por un ideal que quizás no vaya a ser reconocido en vida? Supongo que todo consiste en que las intenciones y los actos del individuo vayan hacia el cumplimiento de su propio sueño y no el de otros. En una entrevista a Sinéad O’Connor en 2021, ante la pregunta sobre su incidente de la foto, ella contestó: «la gente dice, ‘oh, estropeaste tu carrera’, pero a lo que se están refiriendo es a la carrera que ellos tenían pensada para mí. Yo les jodí la casa en Antigua que los tipos de la disquera querían comprarse. Yo estropeé la carrera de ellos, no la mía.» Y ésa es la diferencia entre una activista y una estrella de pop. Hasta que cambies el status quo podrás llamarte artista, pero no será hasta que arriesgues tu propio status quo para mejorar el de los demás, que puedrás llamarte activista. Si tan sólo todas las causas de activismo actuales fueran orientadas a la superación de la humanidad, entonces estaríamos hablando de progreso. No pierdo la fe por nuevos activistas, adelantados a nuestros tiempos, que se jueguen todo por un mundo mejor. Cada vez escasean más los idealistas para dar paso a otro tipo de divulgación manifestada a través de figuras conocidas como «influencers». ¿Será que el zeitgeist del Siglo XXI sea la neutralización del Siglo XX? ¿Será que la cultura de cancelación ha ganado terreno y aniquilar la reputación de alguien, aunque sea por error, se ha facilitado en los 2020’s? Entre tantas voces, resulta difícil conseguir el escenario adecuado, pero ahora más que nunca, alcanzar reconocimiento cuesta mucho y perderlo por apostarle a una causa, es un riesgo real que merece tanta admiración como análisis. ¿Quiénes son los nuevos activistas de la década que se exponen a todo sin recompensa? Definitivo un dato que me pondré a buscar…

