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EP180: El grillo cantor.

La semana pasada inauguraron en el Museo del Noreste en mi ciudad, Monterrey, la exposición dedicada a Francisco Gabilondo Soler, mejor conocido como Cri Cri. Tan pronto tuve oportunidad acudí a descubrir una cápsula del tiempo de una época en la que hasta los adultos podían ser inocentes.

Me encantó la museografía, la información, muchos datos que desconocía del que era mi cantante favorito a inicios de los setenta. Revisité el estilo de Cri Cri, una colección variopinta de fábulas con personajes fantásticos, llenas de efectos sonoros, diseñadas para escucharse por la radio. Gabilondo Soler nació en Orizaba, Veracruz en 1907 de padres con clara descendencia española, catalán por el lado de su madre y vasco de su padre. A sus diez años, sus hermanos menores habían fallecido y sus padres se divorciaron, tanto él como México atravesaban por un momento difícil que se reflejó en su vida familiar. Vivió en internados hasta que se decidió por la tutela completa de su padre e indirectamente, la de su abuela. Fue en casa de ella donde pasaba gran parte del tiempo, algo que sirvió de inspiración en su fecunda mente infantil para dar vida a sus composiciones. Como el resto de los niños, asistía a la escuela y le parecía aburrida, tanto, que solo cursó la primaria. No me soprende que en muchas de sus canciones hiciera alusión a las obligaciones de los niños retratándolas como un fastidio, aunque siempre poniéndose de su lado con la empatía que seguramente él necesitó durante esa etapa.

¿Quién es el que anda aquí?

El punto de inflexión llegaría en 1934, cuando le concedieron un programa de quince minutos de duración en la XEW que apenas tendría cuatro años de fundada. A sugerencia de Othón Vélez, el gerente artístico de la estaación que le dio esta oportunidad, adoptó el nombre de Cri Cri, el grillito cantor. A los quince días de que nació Cri Cri, ya era patrocinado por la Lotería Nacional. El programa antecedía a «La hora azul», protagonizado por Agustín Lara y Pedro Vargas, un catalizador para disparar su popularidad. En ese primer show cantó «El Chorrito» (una canción que describía la fuente del patio central en la casa de su abuela), Bombón I y El Ropero, una pieza entrañable muy cercana al recuerdo de su abuela.

Hay interminable información y anécdotas de Cri Cri. En un plano personal, puedo decir que mis temas favoritos son: «La marcha de las letras», «Che Araña», «La Olla y el Comal» y «Negrito Bailarín», que la canción del «Ropavejero» me causa miedo aún en mi edad adulta y que «El Ratón Vaquero» siempre pone contenta a mi mamá. Solía tocar sus LP’s una y otra vez en mi tocadiscos, ahora solo puedo verlos detrás de vitrinas en un museo. Fallece en 1990 a los 83 años de edad. Aunque murió en su casa de Texcoco, Estado de México, la sepultura está en su tierra natal de Orizaba. Se casó tres veces y el hijo que tuvo con su tercera esposa, Gloria Gallegos Venegas, es el dueño actual de su empresa Gabsol, tenedora de la propiedad intelectual de su obra de más de doscientas veintiséis composiciones.

Encuentro tres momentos controversiales en la historia de Gabilondo Soler: el rechazo que dio a Walt Disney cuando se interesó por su música, su estancia de tres meses en Cuba casi al final de la II Guerra Mundial (1948) y once años antes de la revolución de Fidel y, por último, la polémica actual sobre algunos de sus temas que, al parecer, no envejecieron favorablemente para los estándares morales de hoy.

En 1963, Carlos Amador produjo un largometraje llamado «Cri-Cri, El Grillito Cantor». Era un biópico con actuaciones de Marga López e Ignacio López Tarso en el papel de Gabilondo Soler. La película buscaba ayudar al Instituto Nacional de Protección a la Infancia, creado apenas un par de años antes. La presentaron en 1964 en Monterrey, en el desaparecido Cine Juárez con la asistencia del entonces gobernador del estado y el cónsul de los Estados Unidos. Sin involucrar a Cri Cri, se incluyó un segmento animado por los estudios Disney que debía durar tres minutos, sin embargo, por tratarse de un filme benéfico a la niñez, fue extendido a cinco. En este punto se dice que Disney ofreció un contrato a Cri Cri, el cual rechazaría. ¿La causa? Francisco Gabilondo Soler no se sentía cómodo con que se le pusiera imagen a su música. Aún faltaban veinte años para la creación del canal MTV y que las películas musicales animadas de Disney se transformaran en el negocio billonario que es ahora. No obstante, queda la duda: de haber accedido, ¿no hubiera Disney arrasado con su concepto, algo similar a lo que se hizo con «Mary Poppins»? ¿Habría la marca buscado adueñarse de Cri Cri y enterrarlo solo para suprimir la competencia a Mickey Mouse? En verdad fue una decisión riesgosa que involucraba una clara visión a largo plazo y mucha perspicacia de marketing. Por un lado, pudo aprovechar la unión de sonido con imagen y convertirse así en una fuerza de entretenimiento infantil muy poderosa, al menos por todo hispanoamérica, donde ya era reconocido. Además, no hay que olvidar la cercana amistad que tenía con Emilio Azcárraga Vidaurreta, fundador de XEW y Televisa. En contraparte, había una gran posibilidad de que desapareciera en la consabida lucha de David contra Goliat. Más que debatir en la calidad de las decisiones tomadas, al final Cri Cri conservó su prestigio defensor de la imaginación infantil. Quizá la forma libre de imágenes en que hoy se tiene acceso a su obra es precisamente lo que la hace tan querida y única en algunos segmentos de la población; una bella nostalgia, parte innegable en la formación de millones de adultos mexicanos.

Walt Disney

Existe una constante discusión acerca de ciertos versos en canciones de Cri Cri, mismos que no envejecieron muy bien al paso de las décadas. Específicamente, «Cucurumbé», «Negrito Sandía», «Negrito Bailarín». Estos temas mezclaban la raza con mensajes que hoy ni por equivocación se publicarían. La negrita cucurumbé se odiaba por su color, aunque al final de la canción se le dice que era bonita tal cual era. El negrito sandía iba a ser azotado con un palo y el narrador se moriría de la risa al ver la paliza que recibiría. La relación con la sandía es uno de los estereotipos raciales más violentos y ofensivos previo a la guerra civil en Estados Unidos, en el que a los esclavos se les permitía cosechar en las tierras de sus amos algunas sandías, al requerir pocos cuidados y considerarse un alimento de poco valor. ¡Cómo me gustaría que la canción del negrito bailarín dijera «niñito bailarín» en su lugar! Aunque hablaba de un títere, no tenía que usar el contexto de que una etnia en particular fue hecha para el entretenimiento. Probablemente, situándonos en 1952, más o menos el año en que estas canciones salieron al público, estos temas se percibían en México como una diferencia cultural previa a la globalización, una que era vista con ojos de curiosidad. Rubén Albarán, vocalista de Café Tacuba, a pesar de haber crecido también con sus canciones, acusa a Cri Cri de racista al tiempo que se alegra de que podamos ahora darnos cuenta de estos mensajes desafortunados en su música. Los creadores de contenido de aquel entonces tomaban los temas y se los apropiaban para monetizarlos sin repercusiones, muchas veces de manera ofensiva, otras tantas, inconscientemente. Cabe mencionar que la película de «Dumbo» (1952), también sufrió el mismo efecto en su escena con los cuervos guapachosos, que fueron doblados al español con acento cubano. ¿Habrá tomado influencia de su estancia en La Habana, donde ya cantaban artistas locales su música? ¿Lo que estaba haciendo Disney? Queda en el tintero para la posteridad…

Francisco Gabilondo Soler llegando a La Habana en 1948
junto a su efectista Max García «Alpiste»

En «Métete Teté», la niña precoz de trece años busca novio asomada del balcón viendo pasar «morenos y uno que otro gandul». En «La Merienda», el niño burgués se queja de la temperatura de la leche y dice que «la sirvienta es una lata». A la canción de «Los Enanos Toreros» le pasó lo mismo que a Blanca Nieves, dado que ahora se considera ofensiva la palabra «enano». Asimismo, hay otros títulos que involucran estereotipos inapropiados a la época actual: «Chong Ki-Fu», «Mi amigo Hans», una vez más, echando una mirada a las discrepacias culturares en un México de hace setenta y cinco años, ajeno por completo a la aldea global y poco apto para manejarla.

La nostalgia es un paliativo de la realidad, en especial cuando nos remonta a la infancia. ¿Es la destrucción deliberada de ella a través de posturas morales (o moralistas) y análisis filosóficos del momento una forma de autosabotaje? Es posible que, ante temas antiguos vistos con el lente del presente, sea una mejor salida considerarlos de acuerdo a su época, porque en este caso, más que perdonar a Cri Cri, estaríamos perdonando a la sociedad, incluidos nuestros padres y abuelos. Su show terminó en julio de 1961, sin embargo, no fue la última vez que cantó en vivo para la XEW. En septiembre del mismo año hubo una última transmisión especial patrocinada por Roberto Garza Sada donde cerró con su tema «Bombón I», el primero y el último que Cri Cri cantó en la radio.

En 1984, con motivo del 50 aniversario de la creación de Cri Cri, Televisa produjo un programa especial llamado «Los cuentos de Cri Cri». Reunieron a Plácido Domingo, Mirelle Mathieu, Emmanuel, Ofelia Medina y Carmen Montejo, entre otros. La producción corrió a cargo de Miguel Alemán Velasco. La imagen del grillito cantor fue reimaginado por Jim Henson, creador de los Muppets, y decir que quedó diferente al original, sería quedarse corto.

Cri Cri tendrá por siempre un lugar querido en mi memoria. Algo de mí se niega a tomarme a pecho las controversias y prefiere dedicarse a disfrutar de su obra, particularmente cuando es tan vasta y amena (me recuerda a un tema comentado con anterioridad EP:156: El lado oscuro del genio). Hacer la tarea, no querer comer, ir a la escuela, soñar con un mundo de dulces y algodón, todos los obstáculos y aspiraciones de una mente niña, entendidas por un personaje que no tenía más propósito que aligerar el difícil camino por el que un chavito en la segunda mitad del siglo XX debía atravesar. En un momento donde la psicología infantil no existía y los niños eran un cero a la izquierda en el núcleo familiar, casi como el retrato hogareño descrito en «La Patita»; el mundo onírico de Cri Cri se convertía en el oasis musical vespertino de muchos de nosotros, era escuchar a un adulto que estaba en nuestro equipo. ¡Que el arte siga cuestionando el status quo, existiendo por el arte mismo y sobre todo, permaneciendo por generaciones como testimonio de nuestra evolución sociocultural!

Otro niño más deambulando por la exposición

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