Esta semana vi en Netflix un documental noruego muy destacable. No solo me arrancó lágrimas, también me dejó mucha tarea de reflexión. Antes de terminar el mes del orgullo, quisiera dejar esta entrada como registro de los tiempos actuales. Junio se está volviendo agridulce cuando se trata de nuestra celebración. 2025 tuvo cambios radicales, algunos de retroceso alimentados por la influencia estadounidense ultra conservadora, últimamente rayando en matices fascistas. Los hilos de opinión en redes sociales están divididos, he tenido reyertas en línea con cibernautas de retórica discriminante, desde el básico «Dios creo al hombre y la mujer», hasta un deseo de muerte («ojalá los enviaran a todos a las cárceles rusas»). Llegué a recibir ataques de desconocidos a nivel personal en mi Facebook, recordándome «cuál es mi lugar» y otras bobadas insulsas.
Pues bien, el documental en cuestión no tiene nada que ver con el movimiento LGBT, sin embargo, transpira un mensaje de inclusión, de igualdad y equidad, es muy relevante para cualquier minoría. La película se llama «La singular vida de Ibelin». Trata de Mats Steen, un niño noruego que nace con una enfermedad muscular degenerativa y fallece a los 25 años como resultado de su padecimiento. Sus padres observaban la triste metamorfosis de su hijo, decidieron portarse consecuentes con el tiempo que pasaba en línea jugando «World of Warcraft» bajo el avatar de nombre Ibelin, su alter ego. Había días en los que jugaba hasta veinte horas. Ellos lo permitían porque al fin Mats había encontrado un sitio donde podía correr, brincar, luchar y conquistar territorios. Cuando Mats muere, les deja el password de entrada al juego. Entran y descubren un blog que su hijo escribía desde la silla de ruedas, valiéndose de un software desarrollado para personas con capacidades psicomotoras especiales. Redactan una entrada al blog de su hijo comunicando su deceso y a cambio obtienen una lluvia de correos electrónicos de personas de distintos países, todos amigos virtuales de Mats en el universo virtual de Warcraft.


El descubrimiento fue abrumador. El chico inmóvil adherido a una silla de ruedas tenía una vida paralela plena y gratificante en amistades y ¡novias! Al parecer, Ibelin solía dar buenos consejos y lanzaba frases efectivas de ligue a las doncellas de la comunidad de juego. Sin embargo, no siempre hubo tanta armonía. En la segunda mitad del documental se profundiza en las relaciones de Mats con este entorno virtual. Llega un punto donde su anonimato se ve amenazado por el deseo de los demás por reunirse y conocerse en el mundo real. Se organizan y fijan una fecha y lugar de encuentro. Ante la disyuntiva de revelar su condición clínica y explicar el rechazo a sus invitaciones, Mats decide permanecer en el anonimato y remitirse a su indentidad virtual indefinidamente. Continuar interactuando como un impostor sin vínculos significativos con el grupo, carcome a Mats y modifica el trato hacia sus amigos. Comienza a atacarlos y a convertirse poco a poco en el avatar incómodo de la comunidad. Sin embargo, él no es consciente de su actitud repelente hasta que es confrontado por una de las participantes. Eventualmente le confiesa su situación, la batalla del día a día contra el dolor y la muerte. Conmovida, ella le muestra su empatía y apoyo. Este es el momento pivote de la historia, donde el protagonista «sale del clóset», se despoja de sus propios prejuicios y es recipiente de la enorme aceptación y empatía de sus compañeros gamers. Él atravesaba por una depresión agresiva que lo arrastraba a las oscuridades del odio a sí mismo manifestado a través de la violencia verbal hacia los demás. Tan pronto obtiene el resguardo de su comunidad, Mats florece y se convierte en un influencer con la fuerza interior suficiente para contar su propia historia incluso fuera de su círculo seguro.


Mats era de pensamiento agudo y a la vez, empático. El día del funeral, el líder del grupo Warcraft acude y, en representación de los miembros, comparte palabras llegadoras que me hicieron agarrar la caja de kleenex por décima vez. Es una historia muy emotiva con un gran mensaje que interpreté adaptado a nuestra comunidad LGBT.
¿Cuántas personas prefieren mantenerse dentro de la seguridad del clóset sin salir a la luz? El miedo prevalece y después de experimentar de primera mano el odio de gente extraña por tratar de explicar las razones por las que la marcha gay es importante, entiendo por qué muchos prefieren evitarse el riesgo. En el siglo pasado y aún a inicios de éste, salir del clóset era como el beso de Judas. Pensé en esos años como un pasado superado. Me equivoqué, sigue siéndolo en ciertos ámbitos; es más, por el solo hecho de publicar esta entrada no me extrañaría convertirme en el acreedor a algún tipo de consecuencia.
Así como Mats, muchas personas pertenecientes a grupos minoritarios con enorme talento y potencial, optan por miedo a vivir una versión disminuida de cada cual. La creación frecuentemente surge desde la disidencia, por eso la opresión y la censura impuesta por otros o incluso por uno mismo, solo origina oportunidades perdidas en un cielo enorme sin estrellas. La gente en general gana más cuando vive en un entorno de paz. La paz se disuelve cuando las personas se sienten truncas en sus oportunidades, en sus derechos; esto crea los conflictos que cargamos con un gran costo. Siempre será más fácil atrevernos a buscar la excelencia si vivimos en libertad. La plenitud se manifiesta de las maneras menos esperadas, es lo genial de este estado, la sorpresa. No obstante, cuánta gente se ve obligada a poner sus sueños en pausa y canjearlos por un anhelo de libertad e igualdad que exige lucha. Existe resistencia, es tan vieja como el tiempo y la marcha es una celebración de supervivencia, de que no nos hemos cansado, es una fiesta de y para los atrevidos. Las vidas e historias de los individuos se extienden mucho más allá de lo que está a simple vista y ese mundo, a veces secreto, es vasto, lleno de color y suponerlo de forma arbitraria es colocar a la otra persona en una caja llamada prejuicio. Aún queda mucho por superar y me ha impactado sobremanera que un chavito imposibilitado, a partir de su silla de ruedas, inspire tanto coraje y nobleza a la vez.
Recomiendo ver este documental intentando no mover más que los dedos de las manos por los 103 minutos que dura, en un intento por entender la discapacidad. No cabe duda de que «La singular vida de Ibelin» es un viaje emocional, al igual que la vida singular de cada uno de nosotros. Adoptemos un propósito y viajemos valientes en plenitud.
