Mi primer contacto con los avances de la tecnología digital fue cuando en 1987 estudiaba la high school en Estados Unidos. Una de las materias que llevaba tenía de nombre «Business Machines & Management» y básicamente era un pequeño taller de entrenamiento para asistentes ejecutiv@s. Sin embargo, después de varias sesiones enfocadas al uso de la máquina de escribir IBM con patentada esfera de caracteres (imagen adjunta), un buen día nos presentaron este nuevo prodigio. Se trataba de la computadora personal, también de la misma marca. Tuvimos un par de clases y hasta un quiz para conocer lo que era el DOS, el sistema operativo con el que todas las IBM harían funcionar los softwares. Una vez aprobada la lección, seguimos el programa de estudio aprendiendo el uso de dos herramientas: WordStar y Lotus1-2-3. El primero un procesador de palabras que requería una plantilla de cartoncillo sobrepuesta en el teclado para poder identificar los comandos y/o caracteres que se activaban presionando las teclas Ctrl y Alt. Después evolucionaría a otro de nombre Write. El Lotus en cambio, era una hoja de cálculo, precursora del Excel, que abría los menús teclando «/» y al desplegarse era mover el cursor con las flechas o bien, presionar la inicial del nombre de la función que se necesitaba ejecutar.



Ingresé a la universidad y descubrí la más reciente novedad en el campus, la Macintosh. Todo el mundo quería hacer sus tareas en ellas, tenían un piso entero de la biblioteca asignado al uso de ellas. El portento ahora consistía en un accesorio además del teclado llamado «mouse«. Tenía su procesador de palabras y hoja de cálculo, excel. No más Alt, Ctrl ni /, solo bastaba señalar con el mouse y dar click. La era intuitiva comenzaba, pero para muchos de nosotros estudiantes, aún nos faltaba mucho para superar las materias arcaicas de los programas de estudio del ITESM. Así que tuve que aprender a programar Pascal y Cobol. Sí, tuve que diseñar pequeños programas, compilarlos y obtener un papel de un metro de largo que decía: ERROR

El trato que hiciera Bill Gates con IBM para incluir el sistema operativo Windows (una copia del sistema de mouse y menús de Macintosh pero en pantallas a color), en todas sus computadoras personales lo convirtió en el hombre más rico del mundo por varios lustros. Plantaron muchas de estas PC’s en las escuelas y universidades del mundo, incluida la mía. Ahora su compañía, Microsoft, comercializaba un paquete de aplicaciones de negocios llamado Office, en donde se incluían los programas Word, Excel y otro de gráficas llamado Power Point que sustituiría a otro de nombre Harvard Graphics creado en 1986 en ambiente DOS y que, of course, también había aprendido a usar. (Acabo de recordar los momentos más lindos de esa era, hubiera sido genial que ya existieran los smart phones y haber dejado evidencia en selfie o video de las reacciones al ver nuestras pantallas más temidas: la bombita de la Mac y la pantalla azul de Windows).



Más tarde, después de que despidieran a Steve Jobs de Apple, llegaron a la uni unas computadoras algo futuristas de color negro. Traían pegada una plaquita que decía «NeXT». Honestamente, solo los que estudiaban ingenierías las intentaron usar. A nadie se le antojaba aprender un nuevo sistema operativo, y menos uno más complejo. Poco después se las llevaron, supongo que coincidió con el fracaso de este emprendimiento de Jobs cuando esa marca tronó como cucaracha aplastada.


Iniciaron los noventa y para mantenernos vigentes, tuvimos que aprender a usar el telex, el fax, el beeper, la palm, el Blackberry, el Nextel. Con la liberación del internet, la World Wide Web, aprendimos a operar un módem tal y como veíamos en películas como «War Games» o «Weird Science«, después a utilizar sitios con información llamados buscadores, empezando por Yahoo, Altavista, Ask Jeeves, AOL, Explorer. Era el final de los pesados tomos de enciclopedias y diccionarios. También lo que era el correo electrónico a través del hotmail, yahoo, y cuantos más se pudo. Pero luego llegaron los chat rooms. Estos sitios www donde la gente ingresaba a espacios de conversaciones públicos, con frecuencia eran nombrados con el tema en común de los involucrados. Podían ser desde «Cuarentones en busca de amistad» hasta «Fetichistas de pies en busca de acción». La tecnología todavía era burda, no habían fotos, no había intercambio de archivos, solo textos para la vista de todos en el cuarto de chat que se estuviera y según la página que se tratara, en privado con algún(a) participantes del cuarto. El tema de la conexión a través de los chat rooms se hizo en extremo popular y avanzó hacia otras herramientas más instantáneas: MSN Messenger, ICQ, por ejemplo. Si querías divertirte en línea con gente de otras ciudades y países (lo cual era inaudito), más valía saber moverse en esos temas.




En el 2000, dentro del ámbito de música digital, todo comenzó a cambiar con la proliferación de los archivos MP3. Aprendí a usar el gran mártir digital que fue Napster así como Ares (mismos que dejaron una jugosa derrama de dinero a Norton y McAfee, dicen que nadie sabe para quién trabaja..) y no sé cuántas herramientas más con tal de dejar de pagar las miladas en CD’s cada mes y poder escuchar la única canción que me gustaba de todo un álbum, o bien, escuchar música de países del otro hemisferio sin desfalcarme en el proceso. Apple creó el una pequeña tiendita de música llamada iTunes junto con el aparatito en el que se reproducirían. Steve Jobs, recontratado, lo llamó iPod y lo sacó varias versiones, desde una de precio de entrada (iPod Shuffle) hasta unos más grandes con pantalla y varios gigas de capacidad. Me llamaba la atención un modelo en particular, el iPod Touch, más adelante explico por qué. Además de iTunes, varios outlets de música digital legal entraron al ruedo, algunos de ellos como Sony y sus métodos tan complicados de encriptado en archivos diferentes a mp3 y guardados en un a cosa llamada minidisc en lugar de los semiconductores de otras marcas. Tanta seguridad en lo copyright los llevó al fracaso y los minidisc son una reliquia del olvido. Obvio, la GenX, tuvo que aprender a usar todos ellos.



En 2004, Zuckerberg creó «The Facebook» y para 2006 abrí mi primer cuenta experimental en el sitio ya con el drop del «The». De inmediato proliferaron otras redes sociales: Friendster, MySpace (ambas creadas un par de años antes, pero nunca tan popular), MetroFlog, Match, MySpace, HI5, Linkedin y Orkut. Hubo que aprender a usar al menos tres de ellas.
En 2007 Apple lanzó el iPhone. Como mencioné antes, siempre pensé que el iPod Touch fue el precursor del iPhone; en aquel entonces tenía todas las funciones que el primer iPhone tuvo excepto el teléfono. Fue el inicio del fin para Nokia y su dominio de más del cincuenta por ciento del mercado en telefonía celular global. Al menos el iPhone contaba con un nuevo sistema operativo, el iOS, tan intuitivo que lo hizo el líder del mercado hasta la fecha. La cámara frontal es el elemento que facilitó y extrapoló el concepto «selfie«, acuñado poco antes por nuestra adorada Paris Hilton.
La compañía que adquirió a muchos de los buscadores que mencioné antes, Google, se dio cuenta que más que la venta de celulares, el desarrollo de un sistema operativo para competidores de Apple, era el negocio a seguir. Crearon Android y fue vendido a compañías como Samsung, Huawei, Sony, Motorola, LG.
En general, quienes actualmente usan un teléfono con sistema Android ya tenían experiencia utilizando un iPhone. La integración con las redes sociales, las mejoras en las cámaras de los teléfonos y el desarrollo de aplicaciones móviles instantáneas han transformado por completo el estilo de vida de las personas en el siglo XXI. Desde mi experiencia personal, puedo decir que antes era relativamente fácil adaptarse a las nuevas tecnologías, incluso cuando surgían constantemente innovaciones; era posible comprenderlas, aprender a usarlas y trabajar con ellas. Esta generación en cambio, avanza a tal velocidad que nunca había sentido tan demandante el actualizarme. Siempre he sido de la idea de que pretender juventud es lo que en realidad te envejece; sin embargo, en la arena tecnológica de hoy, el esfuerzo no se hace para verse joven, sino para evitar la obsolescencia y formar parte. En estos tiempos, a diferencia del siglo pasado, además de destacar profesionalmente, se requiere un perfil social competitivo para asegurar el éxito. Hay que comunicar todo lo que acontece en foto o video editados, con filtros, con música, con stickers, encuestas, contadores, enlaces, todo. Es fatigante. Ciertos trabajos en la actualidad mezclan ámbitos para obtener un resultado que cumpla de forma holística dando el mismo esfuerzo. No obstante, muchos otros puestos no dejan tiempo para estar enganchado en la promoción personal en redes, y una persona que no se publica, es una persona que no se comparte. Si no pregúntenle a las Kardashian.
Dado que WordPress no lo es todo ya en estos días, he estado tratando de ponerme al corriente con lo más actual. Estoy aprendiendo a hacer historias y reels para Instagram (no uso Tik Tok, nunca logré entender cómo usar Snapchat), utilizando aplicaciones como Canva, Snapseed, CapCut, InShot, VSCO, Mojo, Unfold, A Color Story, y no sé cuántas más. ¿Quién iba a pensar que un la eficiencia autodidacta a partir de tutoriales de YouTube y Domestika sería un talento valioso? La cosa va más allá de solo saberlas usar y combinar, es imprescindible contar con un buen ojo de diseño gráfico y visual, además de saber medir el impacto en función de los indicadores de tráfico y avances (Likes y Views). Ni modo, hay que hacerlo y dedicarse. Sobre todo ahora que, si escribes algo, hay que ponerlo en redes o de lo contrario, no escribiste nada. ¿Podría por favor la IA ir a trabajar por mí?
