Hasta la semana pasada, Sinaloa era el único estado de la República Mexicana que nunca había visitado. Hay tres ciudades importantes allá: Culiacán, la capital; Mazatlán y Los Mochis, las últimas dos costeras y puertos de entrada. Decidí que mi primera incursión en Sinaloa fuera Mazatlán, la «Perla del Pacífico», e hice un viaje para mi cumpleaños. Con casi medio millón de habitantes, la ciudad ofrece atractivos turísticos emblemáticos interesantísimos, además de una oferta gastronómica sorprendente. No se trata de una ciudad playera con población flotante e inmigrantes jubilados. Lo que vi fue un híbrido entre ciudad de fiesta como Puerto Vallarta, Acapulco o Cancún, y un paseo cultural e histórico, como Querétaro, Morelia o incluso Veracruz.

Nos hospedamos en la parte llamada «zona dorada», donde se encuentran los hoteles más grandes y plazas comerciales. Sin embargo, desde el primer día tomamos un transporte típico mazatleca conocido como «pulmonía» y nos llevó al área vieja de Mazatlán. Estas pulmonías son una especie de carrito de golf equipados con sistema de audio potente y que pasea a los turistas a lo largo del malecón de 21 kilómetros de longitud, uno de los más largos del mundo. Les dicen así porque cuando en 1965 llegaron los primeros a dar servicio, los taxistas locales advertían a los turistas del alto riesgo de contraer esta enfermedad por transitar en un vehículo abierto incluso en el invierno. Dudo que a alguien le haya dado pulmonía con aquellos calorones que te dejan desinflado. Llegamos a la famosa «Plaza Machado» y lo que vimos fue un maravilloso ejemplo de renovación para un centro histórico mexicano. En pocos lugares de México he visto algo tan bonito en la parte antigua. Había una armonía en la arquitectura, jardines y colores de las fachadas, es evidente que han cuidado ese detalle con minucia. Ofrecen comida al aire libre, hay en muchos lugares música en vivo. La plaza es el corazón del sitio, pero se extiende a los alrededores con banquetas nuevas iluminadas en un entorno muy seguro, lleno de negocios y restaurantes con una oferta culinaria a la altura de las principales ciudades del país. Es muy probable que este movimiento esté causando el boom inmobiliario que observé. Hay muchos desarrollos nuevos, ofertas en preventa, terrenos o condominios terminados. Me recordó a Vallarta hace unos veinticinco años cuando aún no se convertía en la mina de oro de plusvalía inmobiliaria que es hoy, pero se veían signos de que para allá iba la cosa. Disfrutamos buena plática hasta casi la medianoche en una mezcalería; regresamos en otra ocasión y cenamos en un bistro la mejor comida del viaje. Era un lugarcito que se llama «Hector’s Bistro». Era sábado en la noche y no teníamos reservación, llegamos muy a tiempo porque el lugar se llenó. Al cabo de unos minutos me di cuenta que era un favorito de los locales. Muchas de las personas que entraban se detenían en alguna mesa a saludar gente conocida. De hecho, dos señoras que cenaban en la mesa contigua escucharon nuestra conversación y se les hizo interesante, así que con desenfado confianzudo se presentaron e hicieron plática de vecinos comensales. Terminé dándoles mi número de teléfono (no me han marcado aún jaja). A lo que voy es que el ambiente en general era agradable y cálido (igual que en la mezcalería), esencial en una vacación. Me quedé con ganas de descubrir más sitios en esta área, entre ellos uno de comida tailandesa que se veía muy bonito y fue recomendado por una de las nuevas amistades del Hector’s.






Mazatlán se fundó en 1531 y no fue sino hasta 1822, después de la Independencia, que se reconoció como puerto por el primer congreso mexicano. A partir de esa fecha y hasta antes de Porfirio Díaz hubo conatos de ocupaciones por los norteamericanos, los franceses y hasta los ingleses. Por esta razón, Mazatlán fue la capital militarizada de Sinaloa durante este periodo y después de que el mismo Díaz lanzara la Revolución de la Noria en 1871, una guerra fallida que intentaba detener a Benito Juárez de reelegirse «por ir en contra del buen gobierno», el gobernador juarista, Eustaquio Buelna, ubicó los Poderes en Culiacán. Sin embargo, una vez más y con la Revolución Mexicana, Mazatlán volvió a ser la capital de Sinaloa. Aunque durante el porfiriato Mazatlán tuvo el mayor auge que haya visto, también en ese periodo se crearon allí de las primeras asociaciones obreras y sindicatos en el país, originando conflictos entre la clase política y la trabajadora hasta mediados del siglo XX. En el porfiriato, Mazatlán adoptó la costumbre del carnaval y se convirtió en uno de los tres principales de América después del de Río y el de Nueva Orleans. En pleno carnaval de 1944 asesinaron al entonces gobernador, Rodolfo Loaiza, y con este evento quedaron atrás los pleitos laborales, sacrificando la preponderancia metalúrgica y textil de la región y enfocando la economía local hacia la explotación pesquera y el turismo.
Tiene Mazatlán un faro en una isla elevada que se llama El Crestón. Inició su construcción en 1892 usando queroseno para enviar la señal, sin embargo, las embarcaciones o la confundían con una estrella o de plano no divisaban la luz y hasta 1920 se cambió a filamentos eléctricos. Aunque sigue funcionando como faro, es también un atractivo turístico y es posible subir el cerro a visitarlo.
En dos lugares yo me divertí muchísimo, el acuario y el observatorio. En ambos hay interacción con animales, algo que siempre disfruto. El observatorio es una construcción antigua, a 75 metros del nivel del mar, sobre el Cerro del Vigía. Debido a su altura y vista panorámica 360, al principio se utilizaba para proteger a la ciudad de los ataques enemigos y los piratas. En la época de Porfirio Díaz, en 1873, lo convierten en centro de labores sismológicas y metereológicas. Hoy día, la construcción antigua funge como museo replicando una casa de la época de la Revolución en la parte baja y un sky bar en el piso de arriba. Dentro del parque hay una aviario con muchos especímenes rescatados. Flamingos, guacamayas, loros, tucanes. Todos preciosos y muy interactivos, se siente una especie de magia convivir con ellos cuando curiosos por conocerte se acercan y titubeantes, lanzan soniditos de ave tímida. También hay un jardín de cactáceas, un habitat para iguanas y tortugas africanas gigantes. Hace menos de dos semanas inauguraron dentro de estas instalaciones el Museo Nacional de la Ballena (MUNBA) con mucha información interactiva, guías y esqueletos completos de varios tipos de ballenas y delfines. Esa noche fuimos por unos Aperol Spritz al Sky Bar y vimos el atardecer mazatleca pensando en cómo Van Gogh lo habría pintado. La tiendita de este lugar está llena de curiosidades geniales, quería comprarles todo.












El Gran Acuario de Mazatlán Mar de Cortés es uno de los más bonitos que he visto. En un edificio brutalista gigantesco, con espacios dignos de una película futurista apocalíptica, hay unas peceras gigantescas con múltiples tipos de peces, desde caballitos de mar y camarones hasta tiburones y mantarrayas. Tienen pingüinos, área interactiva de alimentación a mantarrayas, y live shows de lobos de mar y aves. Vale mucho la pena, no importa qué tan caluroso y húmedo te toque el día.




En fin, quise escribir de Mazatlán como un homenaje y también como un souvenir de que aún cumpliendo 54, soy capaz de divertirme como cuando tenía 8. Gracias Universo por un año más de vida, te prometo que haré que cuente.


