Tendría unos ocho o nueve años cuando papá nos llevó a mi y a dos primos al cine a ver «Vaselina» con Travolta y Olivia. Nos reímos, nos emocionamos. La escena final con «You’re the one that I want» se me quedó grabada para siempre. Ese álbum lo compré dos veces en vinyl y una en CD. Lo puse tantas veces en el tocadiscos que terminó perdiendo el surco. Puedo afirmar que este fue el evento que despertó mi amor por el cine. Escribo este párrafo sin dejar de pensar en el personaje de Toto ,interpretado por Marco Leonardi, en «Cinema Paradiso». Así como él, me enamoré del séptimo arte desde muy niño. Ese mismo año, vi la película de «Tiburón» junto a un montón de chavitos proyectada en la pared de un frontón en una noche de verano mientras comíamos bolis congelados. Después de verla me daba miedo meterme a la alberca. Tardamos en tener una videocassetera en casa, entonces me encantaban las invitaciones de amiguitos para ver películas que sus papás rentaban. Fue como me tocó descubrir Viernes 13 parte III. Yo de niño no entendía por qué ese señor de la máscara tenía que matar a todos (noté que a pesar de traer esta carnicería en el campo, a los venaditos los dejaba en paz). Terminé tan traumado como la end girl de la peli, pero por alguna razón la quería volver a ver. Los niños y la mamá de la casa gritábamos con los sobresaltos que Jason nos provocaba. Si pudiera regresar a esos tiempos, no lo pensaría ni medio segundo.
La mayor parte de las películas infantiles de finales de los setenta y principios de los ochenta se me hacían muy sosas. Si acaso las que pasaban en la tele de El Santo y Blue Demon me entretenían un rato. Mi maestra de segundo grado se puso un día a contarle al grupo la trama de «Carrie». De seguro la había visto ese fin de semana y quedó tan impactada que tenía que compartirlo. Como yo tenía un crush con ella, escuché fascinado cada palabra de su narración que me puso virtualmente en la butaca de un cine. Para cuando la teacher terminó, haz de cuenta que yo había visto la peli. Debí suponer que mi gusto por el género del terror era innato, desde entonces sentía más atracción por películas hechas para una audiencia de mayor edad. Moría por ver «El Resplandor» y sentía una curiosidad inmensa por «Vestida para matar», pero yo era un niño de diez años, ¿cómo podía siquiera llegar a un cine? Olvídate de meterme a la proyección sin que se dieran cuenta. No había forma. Mis papás nunca fueron cinéfilos, entonces tampoco podían contármelas como mi maestra Silvia. «Alien: El octavo pasajero» fue la única película para adultos que mis papás me llevaron a ver al cine ignorando los controles de entrada. «¿Qué era esa cosa que se les pegaba en la cara?», preguntaba a mamá. «Quien sabe», contestaba la doctora. ¡Qué miedo! Esa noche, yo de siete años y aterrado, dormí con ellos. Los ronquidos de papá me mantuvieron despierto toda la noche, temía que se estuviera convirtiendo en Alien. No necesito decir que tengo todos los DVDs de la saga y me sigue obsesionando el concepto. En 2023 volví a ver la primera y descubrí algo nuevo: había más de un alien en el Nostromo…
Debí esperar años, en algunos casos lustros, para ver pelis de este tipo por mi cuenta. Mientras tanto, fui feliz con «Star Wars», «El imperio contraataca», «Encuentros cercanos del tercer tipo», «¿Y dónde está el piloto?» y «Operación Dragón». En ese entonces, las películas tardaban mucho en estrenarse en México, con frecuencia entre seis y dieciocho meses. Sólo los blockbusters gozaban de una rapidez de cartelera. Por cierto, aquí es donde se origina esa palabra. El hype por la saga Star Wars hacía que la gente hiciera filas para la taquilla que daban vuelta en las esquinas de toda la cuadra que rodeaba al cine. Este fenómeno volvería a suceder con filmes como E.T. e Indiana Jones. Por lo general exhibían estos hits de alto presupuesto y exposición mediática en la temporada de verano. Ahora los estudios sueñan con tener blockbusters cada fin de semana, razón por la cual sus finanzas se tambalean dado que la gente no tiene ni el tiempo, ni las ganas o el dinero para acudir con esa frecuencia al cine.
La segunda mitad de los ochenta, yo ya era un preparatoriano. Esa parte de mis estudios los hice en México y en Estados Unidos. Aquí fue cuando por fin pude actualizarme en lo que nunca vi de niño y en lo que estaba formándose para el futuro. «Atracción Fatal» redefinió el concepto de femme fatale y dejó el asfalto para «Bajos Instintos». «Less than zero» predijo la caída de Robert Downey Jr., pero no su reivindicación. «The Lost Boys» y «Stand by me» retrataban el coming of age como una labor arriesgada y peligrosa, adelantando la realidad de los 2020’s. «Las brujas de Eastwick» dejaron claro que la edad no define la valía de una mujer, un mantra muy vigente en nuestros días. «The breakfast club» nos enseñó que la etapa de estudiante es solo un momento fugaz y que la vida te cambia, haciéndote olvidar e ignorar a quienes alguna vez fueron tus camaradas o amigos. «Desesperadamente buscando a Susana» dio la lección de que es mejor no hacerte de un coprotagonista eclipsante (Winona no entendió esa lección).
Sin embargo, me quedé pensando en el título de esta entrada porque lo leí en un artículo y de hecho, fue lo que me hizo redactarla: ¿Cuáles fueron las películas que me hicieron adulto? Para empezar, ¿qué quieren decir con eso de «hacerme adulto»? ¿Me escandalizaron? ¿Me mostraron cosas sórdidas que no sabía que existían? ¿Abrieron mi criterio ante problemáticas imposibles de resolver? Si me despertaron una capacidad de empatía y sensibilidad hacia lo humano, ¿debo entender que de niño y adolescente no las tenía? Diré que en gran parte el cine cambió mi encuadre sobre la vida y me mostró que la humanidad se compone de infinidad de situaciones con personas que actúan lo mejor que pueden valiéndose de las herramientas que tienen. Me demostraron que hay motivantes que orillan a la gente a hacer cosas inexplicables o extremas, para bien o para mal. Que las capas del entendimiento humano radican en la apertura del pensamiento y del corazón, y que si una película me sacó las lágrimas o la ira, entonces logró atentar contra mi status quo, cumpliendo mi concepto sobre cuál es el propósito del arte.
De pronto se despertó en mí el ansia por cine poco comercial, difícil de conseguir o controversial para ver. Así descubrí la obra de Pedro Almodóvar, de Tarantino, me sumergí en el cine europeo, el cine asiático, el cine independiente gringo e incluso el Dogma 95. ¿Qué películas me llevaron a abandonar mis anteriores experiencias cinemáticas? He de enlistarlas, pero debo agregar un detalle: lo fascinante del séptimo arte es que sin importar la edad que uno tenga, cada tantos años se presenta una nueva producción que te rearregla las convicciones y redispone lo aprendido. O profundiza tu juicio adulto o te regresa a una ingenuidad de niño o de teenager.
¿Qué películas me cambiaron todos los esquemas? Aquí van:
«Todo sobre mi madre», mi favorita de Almodóvar, tuve la inolvidable oportunidad de verla junto con mi madre en su estreno en Madrid (se estrenó primero en Barcelona).
«El silencio de los inocentes», la vi en 1991 en un pequeño y casi vacío cine en Austin, TX sin tener ni idea de lo que vería. La he visto unas quince veces desde entonces, ninguna tan aterrado como esa primera vez.
«La pianiste», con Isabelle Huppert, me adentró a una dimensión de locura en la gente menos sospechosa. Llena de personajes oscuros e inolvidables.
«Another woman» de Woody Allen con Gena Rowland y Mia Farrow, una joya psicológica, me gusta más que «Hannah y sus hermanas» o «Crímenes y pecados», lo cual, ya es mucho decir.
«Pulp Fiction» de Tarantino, me atrapó como a medio mundo en su momento. La forma en que revolucionó al cine y guionismo para siempre.
«My own private Idaho», de Gus Van Sant, una oda al gay lifestyle en un momento en que era tabú. Keanu Reeves y River Phoenix, muy valientes e impecables en su actuación.
«La boda de Muriel», debut de Toni Colette, de mis actrices favoritas.
«Amores perros», ópera prima de González Iñárritu en dupla con Guillermo Arriaga, debut de Gael. Muy tarantinesca en su narrativa, todos los involucrados gozaron de buenas carreras después de esto.
«La mujer de Benjamín», la ópera prima de Carlos Carrera. La veo ahora y me lleva a esos pueblitos mexicanos tan cambiados y en extinción.
«Trois couleurs», de Kieslowski, no sé cuál me gusta más de las tres, pero armar el rompecabezas y las concurrencias entre ellas, me hizo una experiencia cinemática difícil de superar.
«Last temptation of Christ», de Scorsese. Admitir que me encantó en las fiestecitas de los círculos que frecuentaba a inicios de los noventa, me desacreditó socialmente. Como dicen en inglés: Good riddance!
«Breaking the waves», de Lars von Trier, un director brillante, muy cercano a lo que escribí antes acerca del lado oscuro del genio. En ese momento, aún no sacaba todo lo que traía atrapado, pero ese camino fue prolífico e inigualable.
«Chungking express», de Wong Kar-wai, reflejaba una urgencia constante en el estilo de vida underground en Hong Kong tan parecido al de Ciudad de México. «In the mood for love» sorpresivamente, sería su película más aclamada que no vería sino hasta hace solo un par de semanas y me hizo regresar a la fascinación que sentía al descubrir un gran filme a mis veintitantos años.
«El lugar sin límites», de Ripstein y basada en novela de José Donoso. De 1978 pero muy difícil de visualizar en los ochenta y buena parte de los noventa. No la pude ver sino hasta 1989. Conocí a Roberto Cobo en un concierto de Lucha Villa y me dijo que se sentía orgulloso del pelo que tenía en sus películas antiguas y que su mamá siempre le reclamó el hecho de que en todas sus películas, al final su personaje moría.
«Blue Velvet», de David Lynch. Ni me imaginaba en ese entonces que nos daría «Mulholland Drive», pero con «Lost Highway» ya me sentía encaminado.
«Tesis», primer largometraje de Alejandro Amenábar, como quien dice, su ópera prima que presentó a sus veintiún años de edad. Me pegó tanto quizás porque yo también tenía esa edad cuando la vi. Siempre he pensado que si su peli «Los Otros» hubiera salido antes que «El sexto sentido», se hubiera llevado las fanfarrias de la otra.
Después de estas películas, las cosas ya no fueron igual. Siempre las recordaré con nostalgia y apego, yo creo que porque le tengo mucho cariño al chavo que yo era en esos tiempos. Me acuerdo de él, a veces lo extraño y pongo uno de esos DVD’s y me llega el confort automático.
¿A ti, qué películas te hicieron adulto?










