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EP156: El lado oscuro del genio.

Estrenaron en HBO un documental, «Spacey Unmasked» justo cuando decidía echarle una segunda vista a la temporada debut de «House of cards». Han pasado once años desde que Netflix echó toda la carne al asador y apostó por generar contenido propio con esta serie como punta de lanza. La serie es impecable, además de la icónica actuación de Kevin Spacey como Frank Underwood, el elenco es un deleite y explica el ascenso profesional de tantas carreras (e.g. Kate Mara, Corey Stoll, Michael Kelly, Mahershala Ali, Jayne Atkinson, entre otros). El final de esta serie, que puso el concepto del «binge watching» en el mapa, fue desastroso. Durante la filmación de la sexta temporada se destapó el cúmulo de demandas y alegatos de abuso sexual contra Spacey, al grado de no tener más opción que despedirlo y reconfigurar la temporada matando a su personaje.

Puedo hacer una lista de películas increíbles como Titanic, Avatar, El pianista, El bebé de Rosemary, El Resplandor, Blue Jasmine, Annie Hall, Belleza Americana, Seven… y después otra con los nombres de los que pusieron en alto dichos filmes: James Cameron, Roman Polanski, Stanley Kubrick, Woody Allen, Kevin Spacey…

Si amplío las menciones de personas, la lista adquiere un patrón: Michael Jackson, Plácido Domingo, Paul Gauguin, Richard Wagner, John Galliano, Phil Spector, Johnny Depp, J.K. Rowling, Quentin Tarantino, Virginia Woolf… Estos nombres pertenecen a celebridades que si bien cuentan con una capacidad creativa incomparable, también traen un anecdotario lleno de delitos, prejuicios y controversias.

En HBO pueden encontrarse tres documentales enfocados a algunas de las menciones anteriores: “Leaving Neverland”, “Allen vs. Farrow”, el mencionado “Spacey Unmasked”, además del que se estrenó en salas de cine en 2024, “Ascenso y Caída: John Galliano”.

En algún momento, estas personalidades han sido consideradas genios en su arte. El testimonio de su talento se ha preservado y trascendido en el tiempo para que las generaciones actuales y venideras lo constaten. Sin embargo, dadas las controversias asociadas, en muchos casos, la consulta se ha obstaculizado. La cultura de cancelación y las faltas morales cometidas por los autores dificultan separar al hombre de la obra.

En varias de las películas de Woody Allen con guiones de su autoría, prevalecen subtramas de enamoramiento entre hombres y mujeres con diferencias de edad apenas legales (Manhattan, Poderosa Afrodita, Esposos y Esposas, Celebrity) dejando la puerta abierta al tema acerca de qué tanto refleja la creación a la vida del artista. Independiente a dicha cuestión, la época en que novelas y películas hayan sido producidas respecto al momento actual, debería ser un factor decisivo para evitar la cancelación de la obra. Los autores escriben sus dramas de acuerdo al momento que viven y los convencionalismos sociales que los rodean. No podemos darnos el lujo de permitir una nueva mordaza partiendo del sofisma de que quien escribe una historia comparte el pensamiento y las conductas de los personajes de su ficción.

¿Deberíamos sentirnos culpables por reproducir “Beat it” o “Thriller” en el Spotify? ¿De volver a ver “Kill Bill” o “Eyes Wide Shut”? No es posible darse a la tarea de investigar a fondo antes de leer un libro, reproducir música, comprar un boleto de cine o elegir una serie en el Netflix para sentirnos correctos respecto al autor, cantante o equipo de producción y así disfrutar en plenitud no solo de nuestra elección, sino también de nuestra conciencia moral.

Sin embargo, tan pronto veo el término “genio” aplicado a estas personalidades, es donde las cosas se complican. ¿Considero la carta de disculpas emitida por Kevin Spacey, vinculando su conducta predatoria con su homosexualidad, como un acto de genialidad? No, en lo absoluto, no. ¿Es justo que se haya librado de todas las querellas penales en EUA e Inglaterra, pero lo hayan encontrado culpable en la demanda civil iniciada por Netflix para resarcir más de treinta millones de dólares en daños consecuenciales a la producción de «House of Cards»? Si las cortes así lo dicen, supongo que es la respuesta con la que debemos conformarnos. Aquí es donde viene la parte escabrosa, una que se amplía para los demás casos: ¿Con lo que ahora sabemos de la conducta de este actor antes venerado y ahora un paria, hemos modificado nuestra percepción de sus películas?

El abuso psicológico laboral y deshumanización de Kubrick sobre Shelley Duvall o de Tarantino sobre Uma Thurman, el alcoholismo y drogadicción de Johnny Depp, las supuestas pedofilias de Michael Jackson y Woody Allen, la misoginia y megalomanía de James Cameron, los abusos sexuales de Plácido Domingo o Roman Polanski, el antisemitismo de Virginia Woolf, por citar algunos, ¿pueden ser trascendidos por su aportación artística? ¿Cómo hace uno para separar al hombre de su obra? Basta agregar la palabra «genio» a la ecuación para cambiar el panorama, porque parecería que el requisito para la genialidad es la libertad. Si no se es libre, entonces no se toca el cielo. La admisión de que los genios se rigen por sus propias reglas se vuelve un justificante ambiguo y laxo, hasta que se sale de control y ocasiona daños a terceros. Más aún, se estira tanto que se muta en una forma funcional de locura.

En este club de genios hay escasa afluencia femenina. La película «Tár» con Cate Blanchett aborda el tema con un personaje femenino de ficción que se comporta como hombre, pero que es sometida a un arco punitivo que transgresores de ese género rara vez sufren. La premisa de esta película deja una reflexión sobre el mundo en que vivimos, uno cada vez más alerta e intolerante de los abusos desde una posición de poder o autoridad. Es difícil hacer la distinción genio/individuo y no obstante, continuamos dispensando transgresiones y esperamos lo suficiente como para que el dilema surja y empañe. Aguardamos a que las redes revienten de «rumores» en canales de Redit, Youtube y Tik Tok sobre conductas inadecuadas de celebridades. Les damos el tiempo para enderezar el rumbo, para que hagan su control de daños y aún así, sumidos en la inconsciencia, caen víctimas de la cancelación y con frecuencia, litigios y encarcelamientos. (e.g. Bill Cosby, Will Smith, Danny Masterson, Bryan Singer, Phil Spector)

Algunos años atrás, la forma para ver shows que me interesaban de cadenas americanas, era comprando los DVD’s. Así fue como me quité el morbo de ver «El Aprendiz», con Donald Trump como conductor. Admito haber adquirido su libro «El arte de vender» en mis tiempos de estudiante universitario. Hace una década boté tanto libros como videos. Mi colección de películas de Woody Allen, Stanley Kubrick y Quentin Tarantino conservan un lugar en mi videoteca. Quizás deba identificar el método para separar al genio de la obra como «adormecimiento selectivo».

Van Gogh, Autorretrato

Dejo este artículo de interés que amplía el fenómeno de la genialidad creativa con aspectos de la salud mental.

6 comentarios en “EP156: El lado oscuro del genio.”

  1. Interesante tu reflexión. Aquí te doy mi opinión: Creo que usar la categoría de «genio» para suavizar la valoración de las acciones de alguien no es un buen camino, porque por ahí también podríamos empezar a suavizar las valoraciones de gente en determinadas posiciones de poder, nobleza, etc., el asunto tiene espinas por todas partes. También creo que dejar de encumbrar a abusador sexual no es tan mala idea en una época en abundan los «seguidores» de personas que merecerían estar mejor solos. Tengo una debilidad por las películas de Woody Allen, pero me revuelve el estómago pensar que se casó con la hija adoptiva. No lo querría cerca, ni siquiera en el vecindario de mi hija. La fómula para estas situaciones que uso es ponerme en los zapatos de las víctimas porque toda esta gente ha dejado atrás un reguero de gente rota y traumatizada y eso, desde cualquier punto de vista, es imperdonable.

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    1. Las nuevas tecnologías de comunicación nos han permitido ver tantas transgresiones que permanecían antes veladas, confinadas al secreto. A mi me da gusto que ahora estas personas con poder se lo tengan que pensar mucho antes de un abuso. Los que de todos modos lo hacen, deben hacerse responsables y el arte o los avances científicos que dejen atrás tomarse como tales, algo más en el universo que nos deja aprendizajes o testimonios evolutivos. ¡Gracias por tu comentario!

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    2. Si tuviéramos las películas de Woody Allen o Roman Polanski bajo un pseudónimo y nunca supiéramos que ellos están detrás de ellas, no tendríamos este conflicto interno. Sin embargo, con frecuencia estos perpetradores son narcisistas y no aceptarían semejante propuesta. Supongo que el problema es que buscamos mayores consecuencias que solo la cancelación social y la verdad es que, una vez que son expuestos justa o injustamente, su obra se empaña y pierde la trascendencia que pudo gozar de no haber cometido sus transgresiones. En lo personal y al igual que tú, batallo mucho para dividir a la persona de sus creaciones, y antes de irme de lleno en contra de alguien cuyo trabajo admiro, trato de encontrar información desde varias perspectivas para ampliar la mía. En mi artículo sobre Cri Cri, por ejemplo, creo que había cierta inconsciencia, cierta inaptitud generacional para distinguir mensajes racistas en aquel tiempo y espacio y por otro lado, un faux pas en tres canciones nunca será equiparable a los actos atroces de personalidades como Harvey Weinstein, Danny Masterson, James Franco o Phil Spector; especialmente cuando tenemos letras ultra misóginas y violentas generándose ahora mismo en los subgéneros musicales del reggaetón y los corridos tumbados/bélicos. ¡Gracias por tu comentario! ¡Un gusto que me leas!

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