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EP155: La niña sabia.

Ya es 10 de mayo y es uno de mis días favoritos en el calendario. Mi costumbre es alejarme de restaurantes para celebrar a mi mamá, que dicho sea de paso, este año cumple 82. Los últimos años la invito a un almuerzo en mi casa, de esos que se preparan un día antes y se cocinan la mera mañana. Desde la noche anterior pongo la mesa, preparo la cafetera y hago las salsas. El mero día me levanto muy temprano para que esté todo listo cuando llegue. En verdad me tomo este ritual con mucho TOC, no me gustan las fallas en este evento anual.

Este año, la invitación tendrá variantes. La semana pasada mamá estuvo en el hospital y ayer la llevé con la nutrióloga para encontrarle una dieta que le regrese la fuerza muscular y la energía. Cuando estoy con mamá, las pláticas se tratan del descubrimiento. Conversamos de acontecimientos, de lugares hermosos e insólitos del planeta, de gente famosa. A ella le da emoción enterarse, como si le estuviera explicando a una niña cosas increíbles. Sin embargo, no es raro que llegue un momento para pedirle consejo. Entonces me escucha y me responde con su mejor criterio soluciones que desbaratan nudos tan apretados que me regresan libertad mental instantánea. Doy gracias a Dios por contar con este faro tan cálido y de luz tan brillante en mi vida.

Los papás cuando cumplieron 50 años de casados
en la iglesia del pueblo mágico Santiago, NL. (26/08/2017)

El almuerzo del día de las madres se convirtió en merienda y este año le preparé un arreglo de ikebana que de seguro le encantará. Tendremos galletitas (en contra de la dieta, pero por la ocasión lo pemitiremos) y dejaremos al tiempo deslizarse por nuestras historias hasta que anochezca o le dé hambre, lo que venga primero.

El arreglo del 10 de mayo

Les deseo a todos mis lectores un excepcional día de las madres, con mucho cariño en particular a las abuelitas, mamás de largo recorrido. Queremos conversaciones de vida, sabiendo que toda muestra de amor de una mamá, es de lo más trascendental que pueda existir.

Me pidieron un texto para lectura en un homenaje en Guadalajara para madres buscadoras, aquéllas valientes que no se rinden por encontrar al ser que les quitaron y no regresaron. Comparto el transcript con mi gran admiración hacia ellas:

“No levantaré las velas”

Después de poner mi vida en pausa, en espera de algo fantástico, de un acontecimiento sin igual como sería tu regreso, he intentado cambiar, lo juro. Para los demás y para mí misma. Es por mi bien, dicen, pero si la mejora consiste en olvidarte, prefiero conservar mi dolor. Sé que no has muerto, solo estás extraviada. No me importa de cuántas cosas me traten de convencer; mi parte extraordinaria es mi anhelo por volverte a ver, aunque sea a través de mi amor, ahora extraviado, sin puerto, a la deriva.

Para algunas personas cercanas, tu desaparición significó silencio y resignación, incluso negación. Cansada de terapias e intervenciones familiares, trato de compaginar. Insisten en que me deje llevar por el sufrimiento, que lo viva y lo padezca como una cuerda que se adelgaza hasta extinguirse. Me dicen qué hacer, sin embargo, nadie me explica cómo. Ojalá pudiera quitarme la angustia y la impotencia cual perro empapado se sacude el agua. Vuelve y será como antes. La promesa de madre es la más valiosa del mundo y la mía está sobre la mesa para ti. Retorna y verás las cosas como un sueño fugaz que uno no recuerda al despertar. Me corregirás y querrás persuadirme argumentando que en esta nueva vida todo es un “no” carente de anhelos y metas; sin más proyecto de vida. Con una sonrisa llena de lágrimas y la caricia de mis manos sobre tus mejillas, te diré que no será así.

Soy una reclusa sin cárcel ni número de interna. Con la maldita piedra eterna en el zapato y el ceño afligido cuando en la calle me compadecen. Escucho palabras de empatía que en realidad son tapaderas del miedo que tiene la gente de atravesar por este calvario. Es un reto aniquilante aceptar la responsabilidad que la vida te asigna cuando te arrodilla ante los verdugos victoriosos que ven la existencia de los demás como una futilidad. Es tentador dibujar en la mente sus rostros infligiendo crueldad e indiferencia hacia el dolor ajeno. Elijo sustituir pensamientos nocivos por un manto brillante de agradecimiento por los días contigo. Desde tomarte en mis brazos al salir de mi vientre, desde mis jugueteos y tus carcajadas de bebé en la cuna, desde tu acelere de niña y tus obsesiones de adolescente. Me desprendo de los apegos por el futuro a tu lado y me entrego al amor consciente de que mi aventura como madre, no se trata de lo que nos quedó pendiente, sino de las cosas increíbles que pasamos juntas. Ignoro si estos recuerdos son de mi posesión o me he despedido de ellos también. Ni un millón de explicaciones te cancelarán de mi corazón que te extraña tanto como el día que dije tu nombre por primera vez; o aquél en el que no regresaste del cine.

Estoy varada. Paralizada. Convencida de que olvidarte es abandonarte a morir. Hijita, yo no izaré las velas hasta haber recuperado tu dulce presencia.

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