En la entrega de los premios Oscar, cuando el equipo productor del documental «No other land», subió a recibir sus estatuillas, el discurso de uno de sus directores, el israelita Yuval Abraham, me aplastó el corazón. En tiempo real subí un post en mi Facebook con la frase de poder mega llegadora: «¿Pueden ver que estamos entrelazados? Que mi gente solo estará verdaderamente segura, hasta que la gente de Ballal (refiriéndose al codirector palestino, Hamdan Ballal) sea verdaderamente libre».

En mi opinión, éste fue el discurso de la noche. El mensaje lleva un trasfondo de súplica política por encontrar un camino de paz y armonía en una de las regiones más problemáticas del planeta. El mismo documental puede a ratos hervirte la sangre o despojarte de lágrimas. Es admirable el trabajo de los documentalistas que logran presentar un enfoque hacia problemáticas de exterminio humano («20 horas en Mariupol» llama la mente) sin callarse los detalles, a veces, omitiendo sesgos y retratando la realidad por más atroz o devastadora que sea. «No other land» se dedica justo a esa tarea. Mostrar el abuso, la destrucción, casi a demostrar que, en nuestros tiempos, persiste la idea de que no existe la justicia, solo el poder.
Cualquiera pensaría que después de esa noche de triunfo, las vidas de los galardonados daría un giro de 180 grados. Sin embargo, los eventos ocurridos el día de hoy en Cisjordania, región palestina de conflicto, son devastadoramente opuestos y me movieron a escribir esta entrada tan rápido como me fuera posible. Hamdan Ballal fue atacado brutalmente por un grupo de colonos judíos y después, en estado de gravedad, fue secuestrado por la milicia israelita, sin señales de su paradero a este momento. Estos colonos son células armadas respaldados por el gobierno de Israel. Su misión es acercarse a predios habitados por población palestina y a la fuerza confiscar sus casas, desterrar a sus dueños y adueñarse del sitio. Dan aviso al ejército para que se presente a dar legitimidad al ultraje, levantar la denuncia de que los palestinos se resistieron con violencia, quedándose por un periodo de tiempo a asegurarse de que no regresen. Posteriormente, la operación se repite en otra área colindante y así los colonos van ganando poco a poco terrenos para el Israel de Netanyahu. Desde enero, se dice que unos 40,000 palestinos han sido desplazados de sus hogares a raíz de estos enfrentamientos.
Hamdan Ballal vive en el poblado de Susya y esta mañana, el director fue agredido de gravedad por un grupo de colonos con la encomienda de ocupar su hogar y el de sus vecinos. Por poco lo mandan en una ambulancia a un hospital, sin embargo, detectaron que él había hecho este documental y decidieron tomar acciones más serias y fue llevado con el cráneo abierto a una estación militar israelí no divulgada para interrogatorio. No se sabe a este momento dónde se encuentra.

De acuerdo al New York Times, los palestinos trataron de defenderse con piedras del ataque de los colonos, por esta razón el ejército israelí determinó que se trataba de «terroristas» con intenciones de aniquilar a ciudadanos israelíes. ¿De qué trata la película? Documenta cronológicamente la demolición de viviendas de residentes en Cisjordania dentro o cerca del pueblo de Masafer Yatta, por parte de las fuerzas israelíes que reclaman la zona para instalar un campo de entrenamiento militar con fuego real. No obstante, los israelíes se autodenominan inocentes y es el mensaje que Netanyahu envía al mundo.
Basel Adra, codirector de «No other land» y también habitante de Susya, describió el inicio del ataque por parte de los colonos con piedras, seguido por la «oportuna» llegada de los militares al disturbio apuntando armas a los palestinos que han resistido casi a diario a este tipo de brigadas desde hace meses. «El grupo de asaltantes llegó con porras, cuchillos y al menos un rifle de asalto; muchos también iban enmascarados. Cinco activistas judíos estadounidenses acudieron al lugar para documentar el ataque y fueron violentamente agredidos por los colonos, quienes también utilizaron piedras para destrozar su vehículo con los activistas dentro», fue una de las versiones de los testigos. «Lo golpearon y presentaba heridas en la cabeza y el estómago. Los soldados irrumpieron en la ambulancia que se había llamado y se lo llevaron. No hay rastro de él desde entonces», confirmó Yuval Abraham a los medios.
La realidad devastadora es que, a pesar de haber estado hace un mes en la cima de Hollywood, el regreso a su tierra era inescapable. En poco tiempo fueron víctimas del inminente peligro en el que se encuentran. A pesar de la prepotencia armada de Israel, algo queda en el suceso: si se llevaron a Ballal a manera de captura, más les vale que aparezca más tarde, de lo contrario, habrá algo más que resaca mediática al tratarse de una voz disidente que se paró en un escenario en California para respaldar el propósito de su documental, concientizar de los ultrajes a las naciones del mundo.
Si nosotros como parte de la aldea global, no utilizamos nuestro poder de denuncia, estos esfuerzos tan valiosos de los documentalistas se irán por el drenaje, y los mártires dejarán de tener nombres. Veo a Israel desenfrenado, desquiciado, rapaz. Netanyahu está seguro de que jamás será enjuiciado como genocida. No sabemos si será así, lo que en contraste sí vemos es un mundo con un apetito rampante por la ultraderecha. El sentimiento sofoca, obliga a indignarse pero a la vez, hace que muchos volteen la mirada hacia el otro lado. El arte está para retar al status quo e incomodar. Si hay represalias, entonces sí que lo logró. Por fortuna, de este lado del hemisferio no estamos sujetos a ellas, solo falta que la información llegue a tantos como sea posible y la viralidad de la denuncia libere a las víctimas poniendo en aprietos a los verdaderos terroristas.
«No other land» también ganó el premio de mejor documental en Berlín y puede verse en la Cineteca Nacional de Ciudad de México. Aún no está disponible en plataformas de streaming u otras salas comerciales de cine.
